domingo, 28 de octubre de 2012

UNA LEYENDA SIN TÉRMINO MEDIO nº26 Revista Kaiser 24/10/2012


UNA LEYENDA SIN TÉRMINO MEDIO


No existe en Europa una historia más peculiar de un equipo de fútbol que la del Nottingham Forest. Cuenta con 147 años de existencia y actualmente milita en la Football League Championship (equivalente a la segunda división en España) tras el ascenso conseguido en la temporada 2007/08. Su historia  es una continua montaña rusa, capaz de lo mejor y de lo peor que le ha hecho estar desde el pozo de la tercera división inglesa hasta alcanzar la gloria más absoluta entre finales de los ’70 y principios de los ’80.
            Se trata del único equipo que tiene en su palmarés más Copas de Europa (2) que Ligas de su país (1), y del único equipo, junto al Real Madrid -en la primera edición del torneo- que conseguía ganar la Copa de Europa el año de su debut. Además tiene el dudoso honor de ser el único equipo campeón de Europa que desciende a la Tercera división de su país.
            En 1892 se crea la First Division (nombre de la Liga inglesa hasta la creación de la Premier League en 1992), y el Nottingham Forest es aceptado para disputarla después de haberse proclamado campeón de la Football Alliance, liga de 12 equipos que desaparece con el nacimiento de la First Division.
            En 1898 inauguró su estadio, el “City Ground”, lugar dónde todavía juega sus encuentros, y cuyo nombre conmemoraba el reciente reconocimiento de ciudad que acababa de recibir Nottingham. Ese mismo año logró su primer título oficial alzándose con la FA Cup tras derrotar al que sería a lo largo de su historia su más directo rival, el Derby Country, por 3-1. Nadie pensaba que ese iba a ser su único título hasta comienzos de la segunda mitad del S.XX. A partir de aquí comenzaba una sequía de títulos que iba a durar más de 60 años. En este tiempo continuos ascensos y descensos que le llegarían a hundir hasta la Tercera División.
            Pero el primer punto de inflexión en el club para volver a lo más alto llega con el ascenso a la First Division 31 años después, en la temporada 1956/57 de la mano de Jimmy Barrett, delantero inglés que había sido comprado al West Ham tres años antes. El equipo era entrenado por el genial Billy Walker, que dos años después guiaría al equipo hacia la consecución de la FA Cup, disputada en un estadio de Wembley copado por 100.000 hinchas y venciendo en la final al Luton Town. El Forest ganaba 2-0 al cuarto de hora de partido, pero las lesiones de Dwight y Whare en una época en la que todavía no existían las sustituciones, le hicieron acabar el partido encerrado dentro de su área para terminar ganando por 2-1 de forma épica.
            Rozaron el título liguero en 1967, pero el Manchester United de Matt Busby les arrebató el título por cuatro puntos. El Forest parecía que se asentaba como equipo puntero en Inglaterra, pero una temporada nefasta en 1972 les devolvía al pozo de la Segunda División.
            En 1975 se iba a producir un hecho que iba a marcar la historia no sólo del equipo, sino del fútbol inglés y europeo en la década siguiente: El Nottingham Forest fichaba a Brian Clough como entrenador.
Clough había entrenado durante seis años (1967-1973) al Derby Country, al que cogió en Segunda división, lo devolvió a Primera y en 1972 lo hizo campeón de Liga, además de dejarlo a un paso de disputar la final de la Copa de Europa al año siguiente tras caer con la Juventus en una polémica semifinal. Unas polémicas declaraciones acusando a la Juventus de comprar el partido y sus desavenencias con el presidente del Derby Country le llevaron a dimitir. El siguiente gran equipo que dirigiría sería el Leeds United, entonces vigente campeón inglés en el que, debido a los malos resultados y a su mala relación con la grada, solo duró 44 días.
Brian Clough fichaba en enero de 1975, a mitad de temporada de nuevo por un equipo de Segunda división. Se hacía cargo del Nottingham Forest. Esa campaña el equipo mantuvo la categoría, pero a la siguiente Clough ya con su inseparable ayudante Peter Tylor decidieron crear un equipo que devolviera al Forest a lo más alto. Además de conservar la base del equipo con jugadores como John Robertson, McGovern o Martin O’Neill se hicieron con jugadores que hasta entonces no tenían nombre, como el portero Peter Shilton o el centrocampista escocés Archie Gemmill pero que se adueñarían de Europa pocos años después.
En la temporada 1975/76 iba a comenzar una carrera meteórica sin precedentes en el fútbol europeo. El Nottingham Forest asciende a la máxima categoría tras disputar la promoción al acabar tercero la temporada. Ese verano Clough completa el equipo con los fichajes Colin Barrett, Kenny Burns y Larry Loyd, y el equipo arranca como un tiro en la competición doméstica. Por entonces se pensaba entre los aficionados ingleses que el equipo se acabaría deshinchando, pero el compromiso de todo el equipo con la idea de su entrenador, de hacer un fútbol físico, solidario y con una implicación defensiva extraordinaria le llevo a aguantar el pulso al Liverpool (entonces vigente campeón de Europa, título que revalidaría esa mismo año) hasta el final de campeonato. El Forest se coronaba campeón de Liga por primera vez en su historia con siete puntos de ventaja sobre el Liverpool y encajando solo 24 goles en contra en 42 partidos.
Consagrado como grande de Inglaterra, en la siguiente temporada al Forest se le abría un nuevo escenario: la Copa de Europa. Caprichos del sorteo le deparó una primera ronda a eliminatoria directa a doble partido con el Liverpool, vigente campeón y gran rival del Forest de la época. Era muy extraño por entonces ver un enfrentamiento entre clubes del mismo país en la  Copa de Europa porque solo acudían los campeones de Liga, pero el Liverpool participaba como defensor del título. En una eliminatoria histórica el Forest apea al ganador de las dos últimas ediciones tras ganar 2-0 en el City Ground y empatar a cero en la vuelta en Anfield. El Nottingham Forest se estaba convirtiendo en la auténtica bestia negra de un Liverpool hasta entonces prácticamente imbatible. En menos de un año le había sacado siete puntos en Liga, le había derrotado en la final de la League Cup (posteriormente denominada Carling Cup, y desde este año Capital One Cup) por 1-0 en Old Trafford con gol de Robertson de penalti, y ahora le dejaba fuera de la Copa de Europa a las primeras de cambio.
Ese mismo verano el Forest había decidido invertir todas sus ganancias obtenidas con el título liguero en el fichaje del mediapunta inglés Trevor Francis, futbolista del Birmingham City que venía de jugar cedido el año anterior en el Detroit Express estadounidense. Sin embargo una norma UEFA impedía alinearlo durante tres meses en competición europea por el hecho de haber desembolsado tanto dinero en un solo jugador. El Forest había abonado al Birmingham City un millón de libras, pero Francis solo iba a poder debutar en la Copa de Europa en una hipotética final.









A lo largo de la competición el Forest fue dejando por el camino a AEK Atenas, Grasshopper y Colonia para plantarse en la final que iba a disputar en el estadio Olímpico de Munich ante el Malmö FF sueco. Trevor Francis que fue de la partida, anotó de cabeza el único gol del partido al filo del descanso. El sueño era una realidad. El capitán John McGovern alzaba la Copa de Europa al cielo de Munich y cerraba el milagro de un equipo que en dos años pasaba de jugar en la segunda división de su país a coronarse campeón de Europa. El entrenador Brian Clough admitiría después que “no hicimos nuestro mejor partido, pues el Malmö es un equipo aburrido. Es más, Suecia es un país aburrido. Pero ¡qué importa esto si hemos ganado!”.
Ese año fue el Liverpool el que se alzó con la Liga por delante del Forest que fue segundo. Sin embargo el Forest (al igual que el Liverpool el año anterior) iba a disputar la Copa de Europa como defensor del título. El Forest había redondeado una temporada espectacular ganándole al FC Barcelona la Supercopa europea ese mismo verano, y partía como favorito para revalidar su título de campeón de Europa. Tras superar en una dura eliminatoria de semifinales al Ajax alcanzaba de nuevo la final que esta vez se iba a disputar en el Santiago Bernabéu ante el Hamburgo de Kevin Keegan y Felix Magath, que llegaba tras remontarle un 2-0 al Real Madrid en semifinales apabullando al conjunto blanco por 5-1 en el partido de vuelta disputado en Alemania. En la final un único gol en el minuto 21, esta vez de John Robertson, le daba de nuevo el título al Nottingham Forest.
Clough aunque solía bromear con el aspecto físico de Robertson, decía de él que era “el Picasso del fútbol”. La marcha de este jugador al Derby Country a donde había salido el año anterior el hasta entonces fiel ayudante de Clough, Peter Tylor, termina por romper la relación entre estos y pone fin a la espectacular etapa del equipo de Nottingham. A partir de aquí el Forest en una discreta década de los 80 solo consigue un par de Carling Cup y disputa unas semifinales de Copa de la UEFA en la temporada 1984/85. La repentina muerte de Tylor en 1990 multiplica los problemas de alcoholismo de Clough, que dedica su autobiografía de 1994 a Tylor con estas palabras: “Para Peter. Todavía te añoro. Una vez dijiste: ‘Cuando recibas un disparo de mí no habrá más risas en tu vida’. Tenías razón”.
En la temporada 1992/93 se consuma el descenso del Forest a la Segunda división y Clough abandona el equipo tras 18 años en el cargo. El equipo volvería a esta categoría en 2008 después de haber llegado a tocar fondo tras descender a Tercera división.
La mayoría de jugadores de este Nottingham Forest de leyenda no llegarían a triunfar en ningún otro equipo, lo que muestra que la grandeza de este conjunto no solo la formaban la calidad de los futbolistas sino la capacidad de comprometer a un grupo y el carisma de un líder como Brian Clough, que hacía buena aquella frase de Plutarco que afirmaba que un ejército de ciervos dirigido por un león es mucho más temible que un ejército de leones comandado por un ciervo.



Alberto Egea Estopiñán, Revista-Kaiser nº26 24/10/2012
@esttoper

viernes, 12 de octubre de 2012

UN ESCUDO LLENO DE CICATRICES nº25 Revista Kaiser 12/10/2012

UN ESCUDO LLENO DE CICATRICES

                  A finales de los años 30, cuando comenzaba la II Guerra Mundial, el Calcio dominaba el fútbol internacional. La selección italiana, con la sombra del dictador Benito Mussolini en la lejanía, era vigente campeón de las dos últimas Copas del Mundo disputadas hasta la fecha, en 1934 en Italia y en 1938 en Francia, y la Serie A se reconocía en Europa como la liga más dura.
            En plena Guerra se comenzaba a gestar un equipo, Il Grande Torino, que iba a dominar el Calcio hasta el final de la década de los cuarenta. El presidente del club Ferruccio Novo, con el objetivo de crear un Torino campeón tras el regreso a la Serie A en los años 30, consigue llegar a un acuerdo con el humilde Unione Venezia -equipo revelación de 1941 tras ganar la Coppa y clasificarse tercero en la Serie A- para cerrar los traspasos de su pareja atacante Ezio Loik y Valentino Mazzola. Fue la guinda a un equipo que aportaba diez jugadores en el once titular de la selección azzurra y que a partir de ese momento iba a ser totalmente imbatible.
            El fútbol de este equipo se alejaba por completo del catenaccio que dominaría el Calcio años más tarde. Su propuesta de ataque era devastadora, utilizando solo tres defensas y con un caudal ofensivo que destrozó cifras goleadoras que todavía hoy no se han podido superar en Italia. Los 125 goles en 40 partidos de la temporada 1947/48 suponen un récord que parece seguirá vigente durante décadas en la Serie A.
            Valentino Mazzola se erigió líder de este equipo desde el primer momento, y símbolo del club para la para la eternidad. Era el prototipo de futbolista total, omnipresente en todas las partes del campo, tanto en defensa como en ataque, a pesar de que su posición inicial era la de interior izquierdo. Trabajador infatigable, no exento de técnica, le sobraba carisma para contagiar su casta al resto del equipo. Cobraba el doble que sus compañeros porque ellos así lo querían, según afirmaba el presidente Ferruccio Novo, y cuentan los que le vieron jugar que cuando los partidos se ponían cuesta arriba, Mazzola se arremangaba la camisa como mensaje a sus compañeros de que ese partido se remontaba. Y vaya si lo hacía. Famoso es un partido en el que el Torino se fue al descanso perdiendo 0-1 en el Estadio Filadelfia ante la Roma, que acabaron ganando 7-1 después de que el capitán se subiera las mangas.
            El legendario delantero de la Juventus Gianpiero Boniperti, que más tarde presidiría el club bianconero, explicaba como en el año 1948 en un derbi contra el Torino chutó en boca de gol y seguro de haber marcado incluso celebró el tanto, pero de la nada había aparecido Valentino Mazzola para impedir el gol sobre la misma línea. Cabizbajo y abatido Boniperti volvía a su campo, y apenas alzó la cabeza Mazzola estaba celebrando el gol que acababa de meter a la contra.
            La temporada anterior había sido capocannonieri de la Serie A con 29 goles en 38 partidos, cifras exageradas para un interior izquierda, y la sociedad que formaba con Ezio Loik, que jugaba por la derecha era la más temida de toda Europa. Mazzola, con el diez a la espalda, marcaría más de 100 goles por los 70 de Loik, con el ocho, en sus cinco temporadas en el equipo granata.
            Este fútbol que quedó grabado para siempre en la memoria de los aficionados italianos se tradujo en un arsenal de títulos. Desde 1943 hasta 1949 ganó cinco Scudettos consecutivos (los años 44 y 45 no se disputaron por la II Guerra Mundial), y una Coppa en el año 43 que supuso el primer doblete de un equipo italiano en el Calcio, cimentado en goleadas ante los rivales más duros como Milan (5-0), Venezia (4-0) o Juve (5-1).
Su campo de entonces, el estadio Filadelfia, en el centro de Turín y con capacidad para 30.000 espectadores, fue un fortín desde 1943 hasta 1949, tiempo en el que el Torino se mantuvo invicto durante 93 partidos.
A principios de mayo de 1949 el equipo estaba en su apogeo. Despertaba admiración a nivel mundial, y la afición italiana contemplaba como a un año vista del Mundial que se iba a disputar en Brasil en 1950, su selección era seria candidata a batir a la todopoderosa selección carioca en su propia casa. La II Guerra Mundial había impedido la disputa de los campeonatos del mundo que debían haberse disputado en 1942 y 1946, y era la ocasión por fin de ver al Grande Torino, esta vez con la camiseta nacional (recordemos que aportaba diez jugadores al once titular de la azzurra), enfrentarse a los mejores jugadores del planeta.
Funeral de la tragedia de Superga
Pero todas estas ilusiones se iban a ir al traste en la tarde del 4 de Mayo de 1949. Mazzola había convencido al Torino para viajar a Lisboa a disputar un partido amistoso el 3 de mayo frente al Benfica con motivo de la retirada de su colega Francisco Xico Ferreira. Tras jugar el partido de homenaje que perdieron 4-3 regresaban en avión a Turín al día siguiente, y ni en la peor de las pesadillas se barruntaba lo que estaba a punto de suceder. La niebla y las nubes a baja altura agravaron un error de navegación en el pilotaje del avión FIAT G.212 que tuvo como consecuencia que éste se acabara estrellando contra la basílica de Superga, a las afueras de Turín. Las 31 personas que viajaban en el avión fallecieron, incluidos los 18 jugadores del Torino (exceptuando el lateral izquierdo Sauro Tomá que no viajó por lesión), técnicos, directivos, periodistas y los cuatro tripulantes. La fortuna sonrió al que después sería estrella del F.C. Barcelona, el húngaro Ladislao Kubala, entonces en las filas del Pro Patria italiano (donde solo jugó amistosos), que había sido invitado por el Torino a jugar el partido de homenaje. Pero su familia había logrado huir de Hungría tras la guerra y desechó la invitación. Cambió por suerte el viaje a Lisboa por un viaje a Udine para encontrarse con ellos.

Vittorio Pozzo, seleccionador italiano, le tocó pasar el calvario de reconocer a los cadáveres de los jugadores, a los que conocía de sobra, y que congregaron a más de medio millón de personas que querían despedirse de sus ídolos el día de su funeral.
El Torino fue proclamado campeón de aquella Liga a falta de cuatro jornadas, que los equipos del calcio accedieron a jugar con sus equipos juveniles. Al año siguiente la selección italiana viajó a Brasil en barco debido al impacto mediático que había supuesto el accidente.
Suponía la desaparición de un equipo de ensueño que se encontró con todos los hándicaps posibles. Que en el desarrollo de la II Guerra Mundial no hubiera mundiales, que no se disputasen todavía competiciones europeas, el hecho de que no existieran las televisiones y el fatídico accidente privaron a este equipo y a estos jugadores de tener un palmarés aún más extenso y de haber mostrado al mundo lo que solo unos pocos privilegiados pudieron disfrutar, el que fue uno de los mejores equipos de la historia.
La tragedia supuso un batacazo en la historia del equipo granata, que no volvería a ganar un Scudetto hasta 1976. Entre medio un año en la Serie B en 1959 y un resurgir en la década de los 60 con la llegada a la presidencia del club del empresario industrial Orfeo Pianelli. En 1967 el club vuelve a codearse entre los más grandes liderados por la estrella italiana Gigi Meroni, apodado “la farfalla granata”, por ser elegante como una mariposa. Era íntimo amigo del hijo de Valentino Mazzola, Sandro, que triunfaba entonces en el Inter de Milán de Helenio Herrera y Luis Suárez. El Torino volvía a suspirar por el Scudetto cuando de nuevo la desgracia se ceba con el club. En octubre de ese año, tras un partido contra la Sampdoria, Moreni y su compañero de equipo Polletti se saltan la concentración postpartido para ir a tomar algo. Ambos pararon en mitad de la carretera del Corso Re Umberto por el intenso tráfico, y un Fiat 124 Coupé que circulaba en dirección contraria le rompe una pierna a Meroni y lo desplaza varios metros hacia atrás, donde un Lancia Appia sin tiempo para reaccionar se lo llevó por delante quitándole la vida a sus 24 años. Para añadir más crueldad al suceso el conductor del Fiat 124 era Attilio Romero, socio del Torino Calcio y seguidor acérrimo de Gigi Meroni, y que casualidades de la vida llegaría a ser presidente del club granata en el año 2000. La pérdida de Meroni y el deseo de dedicarle un título sirvió como acicate para el equipo aquella temporada que acabó alzándose con la Coppa.
De nuevo una tragedia golpeaba al club, que no se repuso hasta que en 1976 un equipo recordado como “tremendismo granata” encabezado por la dupla goleadora Pulici-Graziani conquisto el Scudetto 27 años después de la tragedia de Superga. Miles de tifosi granatas fueron con antorchas a celebrarlo al altar que se encuentra junto a la Basílica de Superga.
Desde entonces solo un subcampeonato de liga en la 1984/85 que ganó el Hellas Verona, una derrota en la final de la Copa de la Uefa de 1991/92 ante el Ajax de Louis Van Gaal, y una Coppa de Italia la temporada siguiente, último título de la historia del club. Después multitud de problemas económicos y una continua alternancia de ascensos y descensos entre la Serie A y la Serie B. Tras el ascenso conseguido esta temporada pasada buscará la estabilidad institucional que tanto ha echado en falta todos estos años, esperando que la suerte deje de darle la espalda por una vez en la vida.


Alberto Egea Estopiñán, Revista-Kaiser nº25 12/10/2012
@esttoper