viernes, 30 de noviembre de 2012

UNA JUGADA REDONDA -Publicado en sportsilver.es- 30/11/2012

UNA JUGADA REDONDA


                Que a Roman Abramovich la conquista de la Champions League la campaña pasada le iba a salir muy cara esta temporada se veía venir. La renovación de Di Matteo era el precio a pagar por un hombre agradecido que había visto como por fin tras nueve años de mastodóntico proyecto la suerte le otorgaba lo que en tantas temporadas le había negado descaradamente. El equipo venció jugando defensivamente -igual de admirable que hacerlo al ataque-, pero defendiendo mal (la cantidad de ocasiones que le generaron en todas las eliminatorias lo evidencian). Un equipo entonces limitado pero con uno de los mejores porteros de la década entre los palos y el mejor nueve que ha visto la Premier en años. El Chelsea era Cech y Drogba. Además de una confianza total en sus mínimas posibilidades del resto de jugadores perteneciente a esa generación (los Lampard, Terry, Cole, Essien y compañía) a la que el fútbol les debía un hueco en la historia.
                A comienzos de año Drogba se fue a China y el Chelsea se quedaba huérfano. A Di Matteo se le escapaba el puntal que había sostenido su famosa flor y se iba a tener que conformar con un delantero en el que apenas había confiado y que es esclavo del elevado precio que se pagó por su traspaso y de su astronómico salario.
                La llegada de dos fenómenos como Oscar y Hazard completaban junto a Mata una espectacular línea en la mediapunta a la que en el primer tramo de temporada le sobraba para sacar los partidos adelante (siete victorias y un empate en los primeros ocho partidos de Premier) pero que en partidos machos como en la final de la Supercopa de Europa ante el Atleti o en los del duro grupo en el que cayó en Champions echaron en falta un goleador, además de un medio con criterio que nutriera de balones a la mediapunta. Su irregular dinámica en Champions contagió al equipo en la Premier, y  su juego tornó a mediocre a medida que pasaban las jornadas. La derrota ante la Juve que deja al equipo al borde de la eliminación en Champions ha sido el detonante para que Abramovich se cargara a Di Matteo.
                Abramovich debía elegir entrenador, y el abanico de posibilidades pasaba por entregarle el equipo a alguien que sacase partido a tanto talento ofensivo (Redknapp o Rijkaard), algo para lo que se necesita paciencia, o elegir a alguien capaz de armar el equipo en menos tiempo y le imprima carácter ganador que le permita pelear por títulos hasta final de temporada. Y el ruso se ha decantado por la segunda opción.
Y a pesar de no ser Benítez precisamente santo de mi devoción me parece una decisión inteligente y coherente. El Chelsea con el escenario que le ha sobrevenido se plantea ahora mismo dos objetivos: El primero es ganar un título de peso a parte del Mundialito de Clubes, que Abramovich considera innegociable. Y el segundo, más difícil, que a pesar de ser imposible de amortizar el segundo mayor fiasco financiero de la historia –creo que solo el fichaje de Kaká lo supera-, por lo menos se atenúen las pérdidas, consiguiendo colocar a Torres en algún equipo el próximo verano, aunque sea como parte de la contratación de otro jugador. Porque recordemos que Fernando Torres tiene contrato hasta junio de 2016 y cobra 10,8 millones de euros por temporada, una losa demasiado pesada para la presión que soporta el jugador y para las arcas del club londinense.
Por eso me parece un proyecto de jugada maestra la contratación de Benítez. Compite bien cuando se centra solo en una o dos competiciones (solo con el Valencia del doblete Liga-UEFA peleó hasta el final en todas las competiciones), y a lo largo de su carrera siempre que dispuso de un equipo competitivo ganó por lo menos un título por temporada –excepto en la 2006/07 que cayó con el AC Milan en la final de Champions-. Por eso y porque es la última bala para revalorizar a Torres, que rindió al nivel más alto de su carrera precisamente con el entrenador madrileño en el banquillo de Anfield. La guinda es que solo lo ficha hasta final de temporada, lo que le permite seguir llamando a la puerta de Mourinho y Guardiola durante todo el año sin pagar el peaje que supondría echar a un entrenador con contrato en vigor. Que Abramovich no ve a Benítez como entrenador de futuro sino que ansía traer a uno de los mencionados lo evidencia el hecho de que el español no firma como manager general (como es habitual en la Premier) sino como entrenador al uso. Esto visto desde la perspectiva del magnate ruso.
Para Benítez supone un relanzamiento de su carrera. El Chelsea vuelve a poner en el mapa al cotizado entrenador español, que con el equipazo que tiene y lo poco que habrá acordado que le traigan en enero, además de lo que se le suavizará el calendario con la más que probable eliminación de Champions (la dureza de la Champions no es equiparable a la de la Europa League) sorprendería que no ganara algún título. Una temporada aceptable sellada con un título pondría de nuevo a Benítez en el candelero y le permitiría ir a sacar tajada a otro club rico en apuros. Gana Benítez, gana Torres y sobretodo gana el Chelsea.

Abramovich se la juega aun a sabiendas de que la decisión no gusta a su hinchada, que no ve con buenos ojos que la figura más importante de los últimos años en el Liverpool se haga con las riendas del equipo. Y más siendo a cambio de echar a un mito para ellos como Roberto Di Matteo, una de las figuras más arraigadas al club después de pasar seis años vistiendo la camiseta del equipo de Londres y tras llevar por fin la Champions a las vitrinas del museo del club. Veremos si la jugada le sale bien o no, pero es sin duda una decisión valiente de un hombre valiente que solo se justificará consiguiendo alcanzar las metas que Roman se ha fijado para enderezar una temporada que parece de transición y allanar el camino del ambicioso proyecto que se vislumbra para la temporada que viene.


Alberto Egea Estopiñán
@esttoper

viernes, 23 de noviembre de 2012

EL MEJOR EQUIPO SEPULTADO POR SU ENTORNO nº28 Revista Kaiser 24/11/2012

EL MEJOR EQUIPO SEPULTADO POR SU ENTORNO

Con el Mundial de Estados Unidos en el horizonte se atisbaba una selección de Colombia poderosa con ganas de completar la obra que había dejado inacabada en el Mundial de Italia ’90. El entrenador de moda en esos momentos, Francisco ‘Pacho’ Maturana combinó hasta la celebración del Mundial de Italia los cargos de entrenador del Atlético Nacional de Medellín y de seleccionador colombiano, para dedicarse después en exclusiva al combinado cafetero.
En 1989, año mágico para Maturana y para el fútbol colombiano, Atlético Nacional, con jugadores como Leonel Álvarez, Pablo Escobar o el portero René Higuita –héroe de la final- se proclamaba campeón de la Copa Libertadores, primera vez que un equipo colombiano conseguía el título; y mientras la Selección colombiana se clasificaba para la fase final de un Mundial 28 años después de su única participación, tras apear a Israel en la repesca.
Colombia llegaba al Mundial con el aval de haber disputado una dignísima Copa América el año anterior, con la base de un equipo campeón como Atlético Nacional, y con una serie de estrellas emergentes como Freddy Rincón o Carlos Valderrama. Su juego muy técnico y elaborado comenzaba a ser reconocido, pero el hecho de estar en pleno proceso de formación y su inexperiencia en el ámbito internacional hacían de su participación un auténtico enigma.
Tras comenzar venciendo a Emiratos Árabes Unidos por 2-0 y perder contra la potente selección yugoslava por 1-0 llegaban a la última jornada de la liguilla con la obligación de por lo menos empatar ante la selección alemana -que a la postre se proclamaría campeón- para pasar así a octavos de final como mejor tercero. Maturana, amante del fútbol preciosista y de ataque, planteó un partido serio siendo superior a los alemanes en muchas fases del partido. Sin embargo el resultado permanecía inamovible, hasta que en el minuto 89 una combinación entre Matthaüs y Littbarski acababa con un disparo a la escuadra de este último que mandaba a casa en esos momentos a los colombianos. Pero en el descuento alargue iba a suceder lo increíble. Una jugada espectacular del ataque colombiano concluía con un pase antológico de Valderrama que dejaba solo a Freddy Rincón que batía por bajo a Bodo Illgner y metía en octavos a la tricolor. Era el triunfo de una selección que jamás abandonó su estilo. Se hacía justicia y Colombia iba a tener la oportunidad de luchar por pasar a cuartos contra Camerún, equipo revelación del torneo. En un partido muy parejo los 90 minutos ante los africanos acabaron sin goles; en la prórroga el genial Roger Milla adelantó a los leones indomables con un golazo primero y aprovechando más tarde un error histórico de Higuita que avanzado como era costumbre perdió un balón a 30 metros de su portería que aprovechó Milla para poner el 2-0. El riesgo continuo de Higuita avanzado en la salida de balón para dar apoyo a sus compañeros y crear superioridad nunca había sido cuestionado, así que parecía muy ventajista someterlo por ese error. Colombia acortó distancias pero no fue suficiente. Con 2-1 y el tiempo cumplido, cuenta Maturana que gritaba a sus hombres que colgaran el balón para agotar sus opciones, y sin embargo el equipo siguió combinado y tocando de la misma forma que había hecho durante todo el campeonato hasta que el árbitro pitó el final. Al ir Maturana a pedir explicaciones a ‘Chonto’ Herrera de por qué no habían mandado balonazos al área, el lateral le respondió: “Francisco –refiriéndose a Maturana-, llevamos tres años diciéndonos que toquemos, ¿y me vas a decir que la tire?”, y Maturana reflexiona diciendo que ‘Chonto’ tenía razón, era como traicionarnos a nosotros mismos”. Esta anécdota refleja muy bien la identidad de ese equipo, que a pesar del palo, miraba al Mundial de 1994 con optimismo. Y le sobraban razones.
Colombia iba a llegar a ese Mundial con una generación de jugadores en el cénit de su carrera, ya con la experiencia de haber disputado un Mundial y reforzados con dos jóvenes fenómenos como Faustino Asprilla y el ‘Tren’ Valencia. El equipo es una piña, representan en esos momentos el mayor orgullo de una sociedad colombiana enferma, secuestrada por el narcotráfico y la violencia y para la que el fútbol es la única válvula de escape a la dura realidad. En los años previos al Mundial de Estados Unidos Colombia disputa 26 partidos contra selecciones de nivel y pierde solamente uno. Victorias inimaginables hasta entonces para esta selección que dejó en la cuneta entre otros a Brasil (2-0), México(2-1) o Argentina(2-1).
En la Copa América de 1993 solo el fallo de Aristizábal en el sexto lanzamiento de una fatídica tanda de penaltis ante Argentina le apartó de disputar la final.  Mientras en la fase de clasificación para el Mundial Colombia llegó a la última jornada líder e invicta pero con la necesidad de por lo menos empatar frente a Argentina en el estadio Monumental para no ir al repechaje frente a Australia. Argentina en cambio necesitaba ganar para no depender de Paraguay que jugaba en Lima frente a Perú.  En los días previos al partido que disputaría el 5 de septiembre de 1993 se iba a ir cociendo un ambiente de crispación máxima por diversas circunstancias. El encuentro llegaba solo dos meses después de que Argentina apeará a Colombia de la final de la Copa América, y a pesar de no necesitar más de un empate para clasificarse el pueblo colombiano suspiraba por una revancha que dejara fuera del mundial a la selección albiceleste. Tres semanas antes en Barranquilla Colombia ya había ganado a Argentina por 2-1, acabando con 33 partidos consecutivos de imbatibilidad del combinado dirigido por Alfio Basile que aseguró tras el encuentro que “habían sufrido provocaciones y todo tipo de desmanes”. Maradona días antes del decisivo partido que se iba a jugar en Argentina ya se había encargado de dinamitarlo declarando que “no se puede ni se debe cambiar la historia. Argentina está arriba y Colombia abajo”, y ‘Cholo’ Simeone, por si el ambiente no estaba suficientemente caldeado desafiaba a los colombianos diciendo que “Argentina aplastará y borrará a Colombia”. La llegada de la selección colombiana al aeropuerto de Ezeiza fue un calvario. Hinchas argentinos se abalanzaban sobre los jugadores colombianos que tuvieron que soportar escupitajos, insultos y hasta puñetazos, incluido un tirón de pelos de un fanático argentino sobre la peculiar cabellera de Carlos Valderrama. En el Monumental no iba a caber ni un alfiler, y periódicos de la época aseguran que por una entrada se llegaron a pagar hasta 45.000 pesetas de la época.


Portada de El País (Diario colombiano) 06/09/1993

Portada de El Gráfico (Diario argentino) 06/09/1993


El partido comenzó muy tenso, Valderrama y Simeone se malencaraban, Batistuta no lograba materializar en goles el dominio inicial de Argentina espoleada por su hinchada, y Colombia esperaba su oportunidad, hasta que en el minuto 41 de partido una clásica arrancada de Valderrama acabó con un pase en diagonal sobre la incorporación de Freddy Rincón que dribló a Goycochea y adelantó a Colombia en el marcador. Nada más comenzar la segunda parte Asprilla con un golazo aumentó la cuenta. Con 0-2 Argentina se volcó arriba, y Colombia con confianza y con espacios machacó a Argentina. Rincón y Asprilla de nuevo y el ‘Tren’ Valencia a falta de seis minutos redondearon un 0-5 que pasaba a los anales de la historia, y que se convertía a la vez en el mejor partido que jamás jugó Colombia y en la mayor afrenta jamás infringida a la selección albiceleste. Los más de 70.000 espectadores que abarrotaban el Monumental, incluido Maradona despidieron con una ovación a la selección cafetera que acababa con seis años de imbatibilidad como local de los argentinos. A los jugadores de Basile les llovieron duros palos de prensa e hinchada durante los días siguientes, a pesar de que el empate de Paraguay en Perú les había clasificado de rebote para la repesca del Mundial de Estados Unidos, a donde acudirían tras vencer a Australia.
El mismísimo Pelé dijo días después que Colombia era favorita para ganar el Mundial que se iba a celebrar el año siguiente. Maturana había conseguido crear una verdadera familia en ese vestuario repleto de jugadores únicos. Acerca de la unión del vestuario el propio seleccionador colombiano afirmaba que “cuando le pegaban una patada a uno le dolía a todos los compañeros. Esa solidaridad nos llevó a grandes cosas. En el 0-5 con Argentina, por ejemplo, Fernando Redondo le dijo a ‘Chonto Herrera’ que lo que él se ganaba nada más le alcanzaba para comprarse unos cigarros, y ahí mismo ‘Chonto’ le dijo lo sucedido a Faustino Asprilla, quien enseguida se le acercó al argentino diciéndole: Redondo quédate quieto que yo gano más plata que tú”.
Colombia iba a comenzar un sueño en Estados Unidos que acabaría en pesadilla. Su debut contra Rumanía no pudo ser peor. La selección rumana sabedora del potencial atacante de Colombia les esperó en su campo, y tras multitud de ocasiones marradas por la tricolor, un contraataque culminado por Raducioiu y una obra de arte de Gica Hagi puso con 2-0 a los rumanos. Valencia acortó distancias, pero de nuevo Raducioiu con Colombia volcada al ataque cerró el partido en otra contra. La derrota fue un revés para Colombia del que ya no se levantó. El siguiente partido era ante EE.UU. y Colombia estaba obligada a ganar para seguir viva en el Mundial. El día anterior al partido el vestuario conoció la noticia de que un hermano del lateral ‘Chonto’ Herrera había muerto en accidente de tráfico, y el mismo día del partido Maturana acudió llorando al vestuario tras recibir amenazas de muerte a él y a todo el equipo para que no incluyera en el once a ‘Barrabás’ Gómez. Mafias que habían apostado grandes cantidades por Colombia y que querían promocionar jugadores de su región para colocarlos en Europa y así ganar dinero expusieron las amenazas en un televisor para que todos los jugadores las conocieran. ‘Barrabas’ tras este suceso dejaría el fútbol para siempre. El equipo salió a jugar totalmente desestabilizado, agarrotado y atemorizado. En el minuto 12 en una jugada desgraciada el central Andrés Escobar -de 27 años y que tenía un acuerdo para fichar por el AC Milan después del Mundial- desvió hacia su portería un centro desde la banda izquierda que acabo en autogol. Colombia fue mejor, tuvo multitud de ocasiones pero el partido acababa 2-1 y quedó eliminada. Diez días después de su autogol, tras una discusión en la que le provocaron y se mofaron de él por el autogol fue asesinado con seis disparos en la puerta de una discoteca de Medellín. La conmoción en el país fue total. Todos los problemas que tenían arraigados desde hacía tiempo se sobredimensionaban en un personaje público inocente,  y la imagen que exportaban al mundo era la de una sociedad enferma escondida tras un enorme equipo de fútbol.
           Por eso quizá sea ahora que el pueblo colombiano parece haber recuperado la estabilidad de la que carecía a principios de los años noventa, el momento de creer en una joven generación de futbolistas extraordinarios liderada por Falcao y secundada por futbolistas como James Rodríguez, Jackson Martínez, Guarín, Cuadrado o Pablo Armero, que pueda competir de tú a tú con los mejores países del mundo. Seguro que Pekerman consigue llevar al equipo a donde la sociedad colombiana no dejó llevar a Maturana. Porque como el propio ‘Pacho’ dijo “a Escobar no lo mató el fútbol; Escobar era un hombre del fútbol que lo mató la sociedad”.



Alberto Egea Estopiñán, Revista-Kaiser nº28 24/11/2012
@esttoper

sábado, 10 de noviembre de 2012

REAL MADRID, FORMAS Y CONTENIDO nº27 Revista Kaiser 12/11/2012

Real Madrid, formas y contenido

Llama la atención a estas alturas la división que existe entre los madridistas sobre la manera de dirigir al equipo y representar al club de José Mourinho. De sobra es conocido que Florentino Pérez es muy amigo de guiarse por encuestas entre los socios a la hora de fichar. En su primera etapa y en el primer año de la segunda las hacía para orientarse sobre qué jugadores querían los socios, y en el verano de 2010 sobre el entrenador que debía dirigir al club. Históricamente Florentino había subestimado la figura del entrenador, supeditado al director general –Valdano- a la hora de fichar y carente de respaldo frente a jugadores y prensa por parte de un presidente que desde que despidiera a Del Bosque tras ganar la Liga de 2003 y hasta febrero de 2006, fecha de su dimisión había pasado por la guillotina a cinco entrenadores más. La afición madridista y la prensa de Madrid se decantaron por Mourinho,  que un mes antes había ahorrado un dolor de cabeza a la afición merengue evitando que los culés disputaran la final de la Champions League en el templo blanco con la victoria del Inter frente al Barça en semifinales. El Madrid pagaba al Inter 16 millones de cláusula de rescisión y firmaba a Mourinho por cuatro años a razón de más de 10 millones de euros.
            El Madrid y su afición sabían lo que fichaba. O lo debería haber sabido. Mourinho desde que saliera de manera triunfal del Oporto ha repetido una serie de patrones en todos los equipos en los que ha recalado. En las fechas en que Mourinho llega a Chelsea, Inter y Real Madrid respectivamente, existen urgencias históricas de ganar, y dichos equipos están dispuestos a gastar el dinero que haga falta para que así sea. En el Chelsea el millonario proyecto de Abramovich busca en 2004 afianzarse como equipo a batir en Inglaterra y culminarlo con una Champions. Tras su marcha consigue de sobra el primer objetivo y deja pendiente el segundo. Cuando en 2008 llega al Inter el equipo es campeón de la Serie A pero en Europa lleva años pasando sin pena ni gloria. Sustituye a Roberto Mancini y en dos años lo hace campeón de Europa 45 años después. Y en el verano de 2010 cuando llega al Real Madrid, el equipo lleva seis años sin pasar de cuartos en Copa de Europa y el Barça es un equipo prácticamente imbatible.
            Y es que en estos equipos en estado de necesidad Mourinho encaja perfectamente. En su desesperación, los clubes utilizan al portugués como medio para ganar sin importarles el cómo, y Mourinho utiliza a los clubes para engordar su palmarés sin atender a si sus formas o sus actuaciones dañan la imagen de las instituciones que a priori representa. Y por eso no es de extrañar que incluso el Fútbol Club Barcelona preguntase por su situación cuando a Rijkaard se le fue de las manos un vestuario que empezaba a languidecer de éxito. En una situación similar se encuentra el Manchester City. Mientras desde España vemos como Mancini no es capaz de formar un equipo que se corresponda con las excelentes jugadores que tiene, que si no lo remedia un milagro va a ser eliminado por segundo año consecutivo en la liguilla de la Champions League, y que ganó la Premier por los pelos ante el peor Manchester United de los últimos años, en Inglaterra en ningún momento han cuestionado los aficionados citizens al entrenador italiano. Porque les ha hecho ganar. Y lo que desde aquí se ve como casi una obligación (semejante plantilla da razones para ello), desde la óptica del hincha del City que hacía 44 años que no ganaba una Liga, agradecido, lo asume como una proeza.
            Mou labra una carrera propia, ajena a los colores que representa buscando inundar de títulos su palmarés. Su fórmula consiste en crear un grupo fuerte, ambicioso, comprometido y cerrado, nutrido de jugadores contrastados con sus mismos objetivos. Su carisma dentro del vestuario y su afán de protagonismo en los medios le permite crear una coraza sobre el conjunto que protege a los jugadores de todos los ataques externos, tanto los reales que suelen llegar de la prensa, como los paranoicos persecutorios (imposición de horarios de los partidos en su contra, conspiraciones arbitrales, desprotección de su propio club, etc.) que intenta denunciar a modo de cortina de humo para desviar la atención de otros temas más objetivos sobre los que no le interesa hablar. Esta unión que consigue en todos los conjuntos que ha dirigido repercute de manera negativa en el propio club  cuando abandona el cargo, puesto que los jugadores (como el propio Mourinho) no están arraigados al club que les paga, si no a Mourinho.  Todos los equipos que ha dejado (el Chelsea no tanto) han perdido el norte durante un tiempo a pesar de haber contado con los mismos jugadores. Esta situación es más difícil que suceda en un club de cantera en el que el arraigo con el club que tiene el canterano siempre será superior. Quizá por eso Mourinho no fomente las canteras en los clubes en los que está. No sólo porque la formación de un canterano conlleva un tiempo del que Mourinho no dispone en su carrera por triunfar, sino porque no busca futbolistas fieles al club, busca futbolistas leales a él.
                En pro del éxito Florentino Pérez ha pasado de ningunear a los innumerables entrenadores que ha tenido a otorgarle total autonomía a Mourinho, poniendo al club y a su reputación institucional a su servicio. El portugués tiene además el respaldo de un contrato multimillonario cuyo finiquito en caso de despido sería inasumible económicamente por cualquier club (del Chelsea se fue con un finiquito de casi 30 millones de euros). Y Mourinho es trasparente, y su personaje no engaña a nadie. Se sabe de sobra qué se puede esperar de él, en lo bueno y en lo malo. Por eso no se explica los continuos ataques al portugués de la parte del madridismo que aboga por un Madrid respetuoso en sus formas –felicitar al rival en la derrota o quedarse a presenciar la entrega de un título al rival-, que represente al club en lugar de representarse a sí mismo –sobra ver cómo mostraba eufórico el número siete que aludía a su séptima liga a nivel personal tras proclamarse campeón en San Mamés-, y que no transmita una continua sensación de crispación en el club respecto al entorno. Y digo que no se explica porque cuando Florentino trajo a Mourinho esto venía en el paquete. A Mourinho nadie lo trajo para que cambiara su actitud sino para que ganara. Es el mismo que era en Inglaterra o en Italia, y seguirá siéndolo allá donde vaya. Florentino se ha lavado las manos en todas las polémicas que ha creado o se ha visto envuelto Mourinho, y mientras, esta parte del madridismo (para la que la institución significa algo más que las vitrinas del museo) en lugar de señalar al presidente que tanto le ha consentido no solo por no frenarle los pies sino además ampliarle su espacio de poder, sigue intentando corregir al portugués, sin darse cuenta de que a pesar de que ambos –esta parte de la afición y Mourinho- persiguen el mismo fin (la victoria) difieren en el camino para conseguirlo.
            Insisto en que solo me estoy refiriendo a esta parte de la afición madridista que reniega de Mourinho por sus formas, no de la otra, sin duda igual de respetable. Ni siquiera hablo de fútbol en lo que al juego se refiere. Aludo solo a la incoherencia que me parece apuntar a un señor que es perfectamente controlable y suprimible por un superior en lugar de arremeter contra dicho superior.
            Se le acusa, sin faltar a la verdad, de no dar oportunidades en el primer equipo a jugadores de la cantera cuando, sin embargo el único jugador que se han consagrado en el primer equipo desde la entrada en vigor de la Ley Bosman en la temporada 95/96 (momento en que apostar por la cantera deja de ser algo indispensable para la supervivencia de los clubes) ha sido Casillas (Raúl debutó el año anterior), además de algún otro como Guti que se mantuvo en el Madrid con altibajos considerables. Se le pide a Mourinho algo que ni ha hecho en ninguno de los clubes que ha estado, ni ha hecho ninguno de los 15 entrenadores que desde dicha temporada han pasado por el banquillo blanco.
            De la arrogancia del personaje que Mourinho se ha creado han salido ataques a compañeros de actitud ejemplar como Preciado o Guardiola, ha ninguneado a Pellegrini o a (‘Pito’) Villanova, ha dado plantones injustificadamente a la prensa, o ha soltado a su portavoz Eladio Paramés  para que escupiera las barbaridades que él no se atrevía a decir. Incluso cuando Mourinho ha sido devorado por su propio personaje ha llegado a agredir a Tito o a autoexpulsarse en partidos trascendentales como en la semifinal de Champions tras la expulsión de Pepe o en Villarreal en la pasada Liga.
            Todo esto multiplica su dimensión si en el banquillo rival se encuentra un señor como Guardiola que pasa de sus salidas de tono, que no alza la voz, que felicita al rival en la derrota y no presume en la victoria. Y que para colmo le gana la mayor de las veces. Negro sobre blanco.
            Pero que esto no nos haga perder la perspectiva. Ni Madrid ni Barça han sido precisamente modelos de conducta a lo largo de su historia ni han derrochado señorío (palabra que Mourinho se ha encargado de vaciar de contenido) por muchas veces que nos lo digan. Pero pasa que entonces ambos clubes iban a la par en actitudes groseras y forofas. Al insulto de Lorenzo Sanz respondía Gaspart con uno mayor, mientras Nuñez atacaba al Madrid Mendoza botaba con los ultrasur a grito de “es polaco el que no bote”. Y paro. Y en el campo mejor no hablar: butifarras de Schuster o Geovanni, pisotones de Juanito o Stoichkov, etc. En estos escenarios Mourinho hubiera sido uno más, pero no ahora. La excepción es Guardiola, no Mourinho ¿O acaso se hablaría tanto de Mourinho si en el banquillo del Barça se sentara Louis Van Gaal?
            Señorío hubiera sido que Del Bosque o Hierro hubiesen tenido la salida del Madrid que se merecían, y no esperar a que el mundo del fútbol al completo reconociera la labor del salmantino para ofrecerle tarde y mal un reconocimiento que Florentino ni siquiera tuvo el valor de ofrecérselo él mismo directamente. Se le recordará por lo bien que ha sabido exportar la marca Real Madrid al mundo y por el crecimiento económico del club, pero deportivamente en ocho años ha ganado de los tres campeonatos largos (no diré importantes) que se disputan cada año solamente cinco: 3 Ligas, una Copa y una Champions. Cinco de veinticuatro. Parece un balance demasiado pobre para el mejor club de la historia.



Alberto Egea Estopiñán, Revista-Kaiser nº27 12/11/2012
@esttoper