jueves, 30 de mayo de 2013

ENTREVISTA CARLO ANCELOTTI. Diario La Repubblica, 19 marzo 2009.

Entrevista a Carlo Ancelotti. 19 marzo 2009. Ancelotti era entonces técnico del Milan de Berlusconi en la que iba a ser su última temporada allí, antes de firmar por el Chelsea. Hasta ese momento había dirigido a Reggina (1995-1996), Parma (1996-1999), Juventus (1999-2001) y Milan (2001-2009). 


«Mi nombre es el mismo que el de mi abuelo, Carlo Erminio. Era bajito y le llamaban Carlino. En Vía Vallicella, en Reggiolo, me encontraba genial. El día que se sacrificaba el cerdo era el mejor día del año. Mi padre Giuseppe era aparcero. Un terreno de 23 áreas mantuanas, alrededor de 8 hectáreas: trigo, maíz, un viñedo, remolacha azucarera, diez vacas lecheras, algunas gallinas. Un tractor Fiat 21 cavallos, una segadora; si llegaba a faltar algún apero, los granjeros se lo intercambiaban. Como si fuese de ayer a hoy recuerdo cuando llegaba el amo y señor. Delante de la pila de trigo describía una línea con el bastón: esto es mío, esto es tuyo, le decía a mi padre. Estas son mías, y normalmente se cogía para él las gallinas más gordas, y estas son tuyas. Iba en bici, a los 13 años gané los Giochi della Gioventù, a los 12 me rompí un brazo yendo a estrellarme contra la camioneta de un vendedor ambulante, pero siempre preferí el balón a la bici».Aclaremos lo del banquillo. «Spalletti y yo somos amigos, pero puedo entender que se haya un tanto resentido cuando expresé mi deseo de llegar algún día a entrenar a la AS Roma. Me imagino que las radios romanas lo dejaron atónito, sin aliento. Yo en Roma me encontré estupendamente, es una ciudad maravillosa, allí es fácil entablar amistades, hay más calor, no sólo en el aire. Milán es más cerrada que Roma y Turín más cerrada que Milán; en Turín, fuera del fútbol, no tengo un solo amigo. En Roma tengo muchos, de todos es con Bruno Conti con quien más hablo. A Milán intento ir lo menos posible, cuando ocurre que me encuentro en uno de esos restaurantes absurdos, rodeado de gente fingida, me entran ganas de salir huyendo. Por comodidad, cuando era futbolista vivía en Legnano, de entrenador vivo en Gallarate; me parece bien. En Parma, que para muchos es como una isla feliz, nunca hubofeeling ni con el club ni con la ciudad. Siento que nunca fui apreciado. La verdad, no puedo negarlo, es que tenía un buen equipo; el entrenador tenía que ser Capello, sin embargo, llegué yo, y me encontré a Crespo, Thuram, Veron, Chiesa, Zè Maria, que recaló en el club por Cafù, y un muchachito en la portería de quien el Director Deportivo Sogliano no paraba de decir: es un fenómeno, llévalo a titular. En aquel entonces mis lanzamientos a puerta eran buenos, habilidad esta por la que tengo que agradecer a Bruno Mora, mi entrenador en las divisiones juveniles. Y este chiquillo, que era Buffon, paraba casi todos mis tiros».
«¿Quién fue mi ídolo cuando joven? Eugenio Ghiozzi, que sería Gene Gnocchi. Un 10 muy lento pero con una técnica escalofriante. Era famoso, en la Baja. Además hay que acotar que en aquel entonces el fútbol se escuchaba por radio, en la TV pasaban un fragmento de un único partido, uno solo. Mi padre era hincha de la Fiorentina, no sé bien por qué, pero luego no tuvo el menor problema para ir cambiando y convertirse en hincha del Parma, de la Roma, del Milan, del Parma otra vez, de la Juve, del Milan nuevamente. Yo me desvivía por Mazzola y Boninsegna, era interista. Hay que ver, recuerdo, que lo incordié por semanas para que me llevara a ver al Inter. La ciudad más cómoda era Mantua. Debía ser 1971, sé que jugaba Boninsegna. Llegamos y encontramos el todo agotado. Portones cerrados. Me puse a llorar a mares, nadie me podía consolar, fuera del estadio; por lo general me funcionaba pero allí me encontré a un tipo duro, no fue nada fácil ablandarlo. Resistió todo el primer tiempo, el Inter estaba en desventaja de un gol. Después me dijo: venga va, entra ya. El Inter ganó 6-1».
«Hice una prueba para el Inter, cuando el presidente era Fraizzoli. Decidieron que costaba demasiado y ficharon a Beccalossi. Mi bautizo con el Inter fue en San Siro, ante el Hertha de Berlín. Tenía 19 años, entré al vestuario y me encontré con Anastasi, Altobelli, Bini, Canuti, como para hacerse encima. Estuve una semana en Appiano con Bersellini y su segundo de a bordo, Onesti. Cada día me pesaban, una tortura. Si te quedas, tendremos que estudiar crear una dieta especialmente para tí, decían. Para mis adentros rogaba que me descartaran. Me fue bien».
«Junto a Bruno Mora, que era también una persona estupenda, reconozco a otros dos maestros: Liedholm y Sacchi. Uno había sido un gran campeón, el otro un atleta ordinario. Al actual Milan creo que Nils lo dirigiría mejor que yo y Arrigo peor. A Liedholm le gustaba la técnica, interpretaba los partidos no como destrucción del adversario sino como exaltación de las dotes de los suyos. Impuso la defensa en zona, no se cansó jamás de enseñar el fútbol. Sacchi fue un grandísimo maestro de táctica: defensa alta, pressing, entrenamientos casi más extenuantes que los mismos partidos. Cuando el Roma jugaba en Milán o Turín, salíamos el miércoles a la medianoche en vagón-cama desde la estación de Termini. Debido a que a Nils le resultaba imposible seguir despierto hasta la medianoche, a las diez se iba a la estación Tiburtino, donde armaban el tren, y se metía en el coche-cama. Pasábamos más de tres días de retiro en el Astoria Hotel de Busto Arsizio. Nos divertíamos como locos, jugando cartas, haciendo tonterías. Hoy en día, después de la cena, los jugadores desaparecen todos con el iPod, PlayStation, pc, móvil. No es lo ideal, para unirse y formar grupo. Pero el tiempo pasa para todo y para todos. Con una lesión como la que sufrió Gattuso, estuve yo con una pierna tiesa como un palo y durante 100 días no pude poner el pie en el suelo. No han pasado 90 días desde la intervención a Gatusso y él ya corre y le pega a la bola, está casi listo».
«Pasa el tiempo también para mí. En mis comienzos era demasiado sacchiano, sólo entendía de 4-4-2. Con Sacchi† había tenido enormes satisfacciones, temía cambiar. Descarté a Roberto Baggio porque un trequartista no tenía cabida en mis esquemas. Consideración casi idéntica en el caso de Zola, en competencia con Crespo y Chiesa. Hoy no dejaría irse a Zola y a Baggio le diría: aquí te espero. Con el tiempo se adquiere sabiduría. En la Juve tenía a Zidane y no repetí los mismos errores que cometí en el Parma. En el Milan tuve que estudiar la manera para que convivieran Pirlo, Seedorf, Rui Costa y Rivaldo. El fútbol actual tiene dos puntos fijos: un delantero de especial valor o peso específico y la vuelta del trequartista, el jugador que hace de enganche. Mi único punto fijo es la defensa de 4, del centrocampo hacia adelante se puede hacer de todo».



«Hay cosas que me fastidian. ¿Que Ancelotti es demasiado bueno? ¿Pero cuándo? Si es el caso de cabrearse me pongo como una fiera, pero no salgo a anunciárselo a los periodistas. ¿Ancelotti es demasiado corporativista? ¿Pero dónde? A parte que quisiera saber cuántos entre aquellos que me critican irían a putear a su jefe frente a las cámaras de televisión; en el Milan me siento bien, con algunos de sus jugadores tengo una relación especial, Maldini, Gattuso, Pirlo, y no padezco las observaciones de Berlusconi. Lo que a él le gusta me lo sé de memoria: ganar jugando bien. No siempre es posible. Pero debo darle el crédito que él nos critica cuando vamos bien y cuando vamos mal está al lado del equipo y de su entrenador. De que llegamos terceros no tengo duda alguna, y quiero mantener las expectativas por lo bajo. Después se verá, sucederá lo que deba suceder, lo digo con la mayor serenidad».
Hecha la acotación hablemos de Africa. «Hice que Halilhodzic se cabreara cuando dije que me gustaría entrenar a Costa de Marfil en un Mundial. Claro que me gustaría, creo fuertemente en el fútbol africano, tiene jugadores excepcionales que no hacen equipo. Drogba, los dos Touré, Kalou, Eboué, Zokora, ¡cómo para desecharlos! En el Mundial perdieron por un solo gol ante Argentina y Holanda y le ganaron a Serbia. Me gusta la idea de África o, también, la de estar comprometido con alguna selección nacional. Fue muy bueno mi estreno con gol, en el Mundialito de Uruguay, con Bearzot. En el ’86 fui seleccionado pero no jugué, en el ’90 fui “actor secundario”, en el ‘ 94 fui el segundo de Sacchi. Me gustaría una tajada de la torta, grande y bella».
«Se dice que me parezco a Hiddink, de cara. Es cierto, como cierto es que Hiddink es de todos el colega que más aprecio. Me gustaría señalar algo sobre los árbitros italianos: abusan del silbato, también Collina está de acuerdo, últimamente están buscando cambiar y adecuarse. Me gustan Morganti, Rizzoli, Celi, Saccani. No es posible que todos los toques, en un deporte de contacto, sean faltas. En cambio, los jueces de línea son los mejores del mundo en los fuera-de-juego. Creo que Collina está haciendo un buen trabajo, aun cuando, en el pasado, he tenido discusiones con él. Soy el único entrenador que expulsó con tarjeta roja. Fue cuando estaba con el Parma, en un partido frente a la Juve, decisivo para el Scudetto. Hombro contra hombro, entre Vieri y Cannavaro, penalti para ellos. 'Bravo, bravosei proprio bravo', le grité. Expulsado. Me dijo: por el movimiento de labios entendí que me llamaste boludo. No fue así, le dije, sólo lo pensé».


Diario La Repubblica, 19 de marzo 2009.