domingo, 27 de mayo de 2012

JUSTICIA DEPORTIVA nº16 Revista Kaiser 28/05/2012

JUSTICIA DEPORTIVA

Cuando en junio de 2003 compraba el Chelsea por 200 millones de euros (a los 85 millones que le costaba el club hay que añadirle los 115 de deuda del club que asumía como propia) a Roman Abramovich no se le pasaba por la cabeza ni en la peor de sus pesadillas que el proyecto de ganar una Champions con el equipo que acababa de adquirir le iba a costar nueve años. Una eternidad para un equipo que en este periodo alcanzó una final y se quedó a las puertas cuatro veces; un mundo para un club que ha gastado más de 900 millones de euros en estos nueve años siempre en proyectos serios que le han permitido convertirse en un equipo de referencia en la Premier League con tres títulos en este periodo y cuatro FA Cup, pero que en Europa la desgracia le había perseguido hasta este año en forma de maldición. Un gol de Luis García que nunca entró en semifinales frente al Liverpool, el gol de Iniesta fuera de tiempo o el resbalón de Terry en el penalti que les daba la gloria habían impedido que se plasmara en forma de trofeo la realidad de que en muchos momentos de esta época gloriosa del club el Chelsea había sido el mejor equipo de Europa.
            Parecía que no iba a haber otra oportunidad, que la oligarquía formada en ese vestuario durante tantos años por Lampard, Drogba, Cech, Terry, Essien o Ashley Cole iba a recordarse en Europa más por lo que podía haber ganado que por su verdadero palmarés. Y más tras el fracaso en el banquillo de los blues de Villas Boas, que seguramente no supo entender ese vestuario en el que los pesos pesados pesaban demasiado, y decisiones como la suplencia de Lampard, Essien y Cole en partidos clave de Champions como el del Valencia o la ida de octavos de Champions ante el Napolés en su idea de renovar la columna vertebral del equipo acabaron volviéndose en su contra. Quizá a Villas Boas le sucedió lo que a tantos grandes entrenadores que acuden a grandes clubes con un entorno tan fuerte, y es que su intención de rejuvenecer la plantilla fichando talentos al alza como Mata, Oriol Romeu, Cahill o Lukaku (incomprensible su año en blanco) chocó con la fortaleza que tienen en la institución veteranos como Lampard, Terry o Cole y con un freno en el gasto en comparación con otros años debido al desembolso de 60 millones de euros para la compra de Fernando Torres el año anterior.
            Di Matteo, segundo de Villas Boas se hacía cargo del equipo a principios de marzo tras la destitución del portugués. La situación era límite: quinto clasificado de la Premier y descartado de la pelea por el título a 20 puntos del líder que en esos momentos era el Manchester City, en cuartos de final de la FA Cup y al borde de la eliminación en octavos de final en Champions tras caer en San Paolo por 3-1 ante el Nápoles. Con este panorama Di Matteo dejo la Premier League en segundo plano y apostó todo por las competiciones que se deciden mediante eliminatorias: FA Cup y Champions. Devolvió el protagonismo a la “vieja guardia” recuperando al mejor Lampard y devolviendo la confianza a aquellos jugadores más veteranos que representaban la identidad del equipo que durante tantos años había perseguido la ansiada Champions, consciente Di Matteo de la infinita ambición de estos jugadores (conocedores de que era su última oportunidad) y de que nadie como ellos sabe competir en este tipo de eliminatorias. Esto unido al acierto que supuso el fichaje de Gary Cahill en invierno, los galones que ha ido adquiriendo Mata como referencia del equipo cuando tiene el balón y la solidaridad defensiva de todos los jugadores han dado como resultado un equipo muy sólido y con una increíble confianza en sus posibilidades.


            El punto de inflexión de la temporada lo iba a marcar el partido de vuelta frente al Nápoles. El Chelsea remontó la eliminatoria y tras una prórroga intensísima pasaba a cuartos de final en el que seguramente fue el partido más espectacular de esta edición de la Champions. Di Matteo en cuestión de días había convencido a los jugadores para que creyeran en su método y éstos se habían implicado plenamente en esa idea.  El equipo no ha destacado por una gran defensa (el Barça le remató 47 veces en semifinales y el Bayern lo sometió en muchas fases de la final), tampoco ha generado un fútbol ofensivo espectacular, pero sí ha sido un equipo ordenado, con una pareja de centrales impecable, un portero que quizá merezca estar en la carrera por el balón de oro y un Drogba que, a sus 34 años, en cada contraataque se basta con su sola presencia para sembrar el pánico de los rivales. Ese carisma que ha transmitido Di Matteo es su verdadero mérito y es lo que verdaderamente hace triunfar a un entrenador (por encima de los títulos que logre), el conseguir convencer a todo el grupo de que tu idea es la que vale y que todos se los jugadores vayan a muerte con ella, y esto tienes más valor cuando los jugadores que te han de seguir son veteranos que llevan triunfando toda su carrera. Le devolvió el alma al equipo. Solo un equipo así es capaz de ver un atisbo de esperanza perdiendo 2-0 en el Camp Nou jugando con 10, de levantarse tras un gol a siete minutos del final que parecía una estocada mortal a sus posibilidades. Ha conseguido lo que no consiguió Villas Boas, le ha sacado el máximo rendimiento posible a un equipo deprimido, con la autoestima por los suelos y que parecía en decadencia. Le ha hecho competir por encima de sus posibilidades. Nadie puede pretender que un entrenador que coge un equipo en marzo le haga jugar en dos meses como el Barcelona o el Borussia. Di Matteo sabía qué tenía, cuáles eran las limitaciones del equipo y cuáles sus virtudes y ha sabido cómo hacer para explotarlas al máximo. Sorprende que fuera criticado ferozmente por la manera de plantear la eliminatoria contra el Barça. ¿Qué iba a hacer? ¿Iba a jugar el partido más importante de la temporada de una manera que ni siquiera Villas Boas había logrado en ocho meses?¿Le iba a ofrecer a la máquina blaugrana metros a la espalda de la defensa para que les pasasen por encima? si no lo hizo el todopoderoso Real Madrid de Mourinho en su propia casa en las semifinales del año anterior ¿lo iba a hacer un equipo mucho más limitado como el Chelsea? ¿acaso otro equipo le hubiera jugado de manera distinta? Pero pasa que el Chelsea ganó. Que la táctica de Di Matteo (como todas las tácticas de todos los equipos que se enfrentan al Barça) incluía que la suerte estuviese de su lado. Y la tuvo. En cantidades ingentes. En las mismas cantidades que había portado de mala suerte durante nueve años, mostrando que la justicia deportiva existe más a largo plazo que a corto plazo, que la confianza en un proyecto a largo plazo es mucho más probable que tenga sus frutos que uno que exija ganar ya, porque la fragilidad del fútbol a corto plazo por grande que sea tu equipo siempre puede hacer que te frene un gol fantasma, un error arbitral o un resbalón en un penalti. En cambio, a largo plazo es más probable que esa mala suerte se alterne con la buena fortuna y la historia te acabe colocando más o menos en el lugar que te mereces. Por eso esta Champions más que un premio a la temporada es un premio a la trayectoria de unos jugadores fieles al proyecto y que se han prolongado en la cima durante tanto tiempo mostrando siempre una profesionalidad ejemplar.
            Seguramente por el estilo de juego (defender en el área pequeña, negar el balón, etc.) no haya sido este año el mejor equipo de Europa (eso no quita que sea justo vencedor), pero si desde el inicio de esta etapa gloriosa cuando en el verano de 2003 Abramovich compró el Chelsea se han repartido nueve copas de Europa tampoco hubiera sido justo que este gigantesco proyecto representado por jugadores con alma de club que aman esta institución y que ya son leyenda del fútbol no se hubiera llevado por lo menos una.
            Ahora que esta generación irrepetible de jugadores ha tocado techo quizá sí que sea el momento de una renovación, en la que jugadores como Mata, Cahill, David Luiz o Fernando Torres tienen que coger el testigo de los Lampard, Terry y Drogba, y asumir el liderazgo de ese vestuario. Si unimos a esto un par de fichajes de calidad (que el Chelsea se puede permitir), al pedazo de portero que es Peter Cech y a un entrenador que no tenga miedo a hacerles jugar de verdad con el balón dominando los encuentros, quizá no tardemos en volver a ver a los de Stamford Bridge levantar una segunda Champions.


Alberto Egea Estopiñán, Revista-Kaiser nº16 28/05/2012
@esttoper

lunes, 21 de mayo de 2012

¿QUÉ LIGA QUEREMOS? nº15 Revista Kaiser 21/05/2012

¿QUÉ LIGA QUEREMOS?

Envidia. No envidia sana. Envidia cochina es lo que he sentido esta semana viendo la eliminatoria por la promoción para el descenso en Alemania. Jugaban el Hertha de Berlín como antepenúltimo clasificado de la Bundesliga y el histórico Fortuna Dusseldorf, tercer clasificado de la Bundesliga 2, segunda división alemana por una plaza entre los 18 equipos  que formarán la Bundesliga esta próxima temporada. Y es que en ambos campos no ha quedado una entrada sin vender. En el Olympiastadion de Berlín 73.000 espectadores en la ida, y en el Esprit Arena de Düsseldorf 54.500. Llenos a rebosar y ambiente espectacular. Bien es verdad que el regreso a la primera división alemana del Fortuna Düsseldorff quince años después se vio empañado por una invasión de campo y el lanzamiento de bengalas al campo que provocó la suspensión del partido durante veinte minutos, pero eso es harina de otro costal. Daba gozo ver esos estadios. Igual que ha dado gozo ver durante todo el año como los estadios alemanes se han llenado prácticamente todos los partidos con una asistencia media de casi 43.000 espectadores (92% de media de ocupación de los estadios) en la Bundesliga, que supone la segunda liga profesional de cualquier deporte con mayor presencia de espectadores tras la NFL. Estos datos apabullan los que ofrece la Liga española, con 29.000 espectadores de media (74% de ocupación de estadios). Y por supuesto no es casualidad.
En Alemania los precios de las entradas son accesibles para los aficionados (22,75€ de media por entrada) que pagan menos de la mitad que los seguidores españoles (53€), circunstancia que equipos como Schalke 04, Bayern Leverkusen y Bayer Munich nos hayan sacado los colores cuando han venido a jugar a España denunciando el precio abusivo de las entradas.


Los horarios de los partidos se imponen en interés del aficionado y no en beneficio exclusivo de las TV como se hace en España. Es raro ver un partido de la Bundesliga que dé comienzo más tarde de las 19 horas, lo que permite mayor afluencia de niños y jóvenes a los estadios. Además el hecho de que todos los derechos de TV estén en manos de un solo operador y no se emitan partidos en abierto beneficia la asistencia a los estadios.
Estas circunstancias unidas a una mayor cercanía entre clubes alemanes y peñas a la hora de organizar desplazamientos y facilitar entradas para ver jugar a sus equipos fuera de casa hacen que el aficionado se sienta respetado por su club, puesto que se le dan facilidades para que acuda al campo, en lugar de sangrar al aficionado con precios desorbitados y colocándole partidos a las diez de la noche o incluso en lunes con la excusa de que las TV porque ponen la pasta tienen derecho a imponer los horarios sin límite alguno. ¿Acaso el socio o el aficionado que acude al campo no paga?¿no nos damos cuenta de que a un club lo hacen grandes sus socios, de que contra más socios más grande es el equipo y mayores son los patrocinios?¿no se dan cuenta que poner cada partido en un horario distinto se carga los programas de radio que viven del carrusel de partidos simultáneos que es lo que verdaderamente tiene emoción?¿radiar un Granada-Getafe a las 12 de la mañana (con todo mi respeto hacia las dos aficiones) no es infumable para la mayoría de aficionados?¿quién se cree que el mercado asiático demanda estos partidos? Los chinos quieren ver al Barça y al Madrid. Y punto. Y aunque no fuera así, ¿le merece la pena a los clubes tener descontentos a los socios, tener un estadio desértico un lunes por la noche para que los asiáticos (permítanme que lo dude) lo vean? ¿Por qué permite la LFP y la FEF que los horarios los impongan las TV unilateralmente en lugar de alcanzar consenso con los clubes?
Que la LFP consienta que las TV impongan los horarios de los partidos a su libre albedrío se entiende todavía menos cuando se compara el reparto de los derechos económicos en la Liga española con el resto de Ligas europeas. En Inglaterra la diferencia entre el Manchester United, equipo que más dinero recibe (68 millones de euros) y el Blackpool, equipo que menos (44) existe una diferencia de 22 millones de euros, y en Alemania la diferencia es de 15 millones entre Bayer Munich (28 millones) y Hoffenheim (13). La comparación con la Liga española es una vez más odiosa. En España a pesar de repartirse 400 millones de euros menos que en la Premier League las diferencias entre Madrid y Barça y el resto son escandalosas. Ambos ingresan 140 millones de euros, más del triple que Atlético de Madrid y Valencia que son los siguientes (42) y doce veces más que el grupo de equipos que menos dinero perciben, más del doble que el primer inglés y cinco veces más que el primer alemán. Por eso digo que no se comprende como el resto de equipos de primera división que no son Barça y Madrid aceptan contratos en los que salen perjudicados, con repartos tan desiguales, y sometiéndose a cambio a que las TV les impongan los horarios que convengan a éstas. Este reparto es una de las consecuencias de la inexistente competitividad por el título de Liga que hay en España, coto vedado de Real Madrid y Barcelona. Hasta hace pocos años la dualidad Madrid-Barça siempre había estado avivada por un tercero, o incluso un cuarto que no sólo le disputaban el título sino que de vez en cuando le birlaban alguno. Pero desde hace tres años y coincidiendo con el regreso a la presidencia del Real Madrid de Florentino Pérez la distancia entre Barça y Madrid y el resto se ha visto ampliada hasta un punto en que ya ningún equipo a comienzo de temporada puede ni siquiera pensar en pelearles el título. Y tiene pinta de que la distancia va a ir en aumento con el tiempo.
En Europa los clubes alemanes y franceses entre otros están obligados a estar saneados económicamente, lo que les hace competir en desventaja con clubes ingleses, italianos y españoles, a los que su propio estado les permite mantener deudas astronómicas. Si a esto se le suma que Barça y Madrid cobran 140 millones de euros de ingresos televisivos por los 65 millones que rondan los equipos punteros ingleses, los 50 de los mejores franceses o los menos de 30 de los alemanes, salta a la vista que los clubes saneados y que cumplen las reglas compiten en desigualdad de condiciones. Sin embargo, en Europa, a diferencia de España, la UEFA ha tomado cartas en el asunto y todo hace indicar que en la temporada 2013/14 entrará en vigor el denominado fair play financiero en virtud del cual los clubes estarán obligados a equilibrar sus libros de cuentas, no gastar más de lo que ingresan y actuar con responsabilidad para garantizar la viabilidad del fútbol europeo de clubes a largo plazo, y cuyo incumplimiento acarreará sanciones como la exclusión de competiciones europeas e incluso nacionales. Así, unos equipos por obligación como los franceses y alemanes, y otros por honradez y sentido común como el Arsenal que presenta un modelo de gestión ejemplar en el que no gasta más de lo que ingresa, jugarán con ventaja dado que no se verán obligados a tener que vender jugadores ni patrimonio propio porque sus balances ya estarán equilibrados. Pero mientras llega ésta época de higiene futbolística gente que hace las cosas bien, como el presidente del Bayern Munich, Uli Hoeness, como buen germano nos recuerda (nos vuelve a pintar la cara y con razón) a los españoles, al hilo de la deuda que los equipos españoles tienen con la hacienda pública: “Para mí es el colmo, es impensable. Pagamos cientos de millones de euros a España para que salgan de la mierda y luego los clubes se eximen de pagar la deuda. Esto no puede ser así”. Por eso me alegra ver en la final de la Champions a equipos como el Bayer Munich que son un ejemplo de gestión impecable.
En Europa parece que se han puesto manos a la obra, así que ahora nos toca a nosotros, porque si esto no cambia caminamos hacia un futuro en el que los estadios españoles estarán cada vez más desérticos, Barça y Madrid seguirán alternándose en el poder como sucede en Escocia con Celtic y Glasgow Rangers o como en la Liga Asobal de Balonmano entre FC Barcelona y Atlético Madrid, en una competición soporífera en la que el único aliciente serán los dos duelos directos entre los dos gigantes y saber cuántos récords absurdos de goles y puntos van a batir los dos grandes que no harán sino reflejar la creciente diferencia con el resto de equipos. Y no nos quedará más que añorar a equipos que como el “Superdepor”, el Valencia de las dos Ligas de Benítez, el Sevilla de Juande o el Atleti del doblete se erigieron no hace tanto abanderados del fútbol español tanto aquí como en Europa relegando a un segundo plano a Madrid y Barça.
El prestigio de la Liga española está en juego; igual tendríamos que empezar a tener cuidado con esto, no vaya a ser que sin darnos cuenta nos estemos cargando la gallina de los huevos de oro.

Alberto Egea Estopiñán, Revista-Kaiser nº15 21/05/2012
@esttoper

lunes, 14 de mayo de 2012

ENEMIGOS ÍNTIMOS nº14 Revista Kaiser 14/05/2012

ENEMIGOS ÍNTIMOS

Estoy terriblemente convencido que todos los equipos argentinos están capacitados para jugar un futbol que dé espectáculo, un fútbol ofensivo, limpio y alegre como el que juega Huracán”. Esas fueron las palabras del entrenador argentino César Luis Menotti tras proclamarse campeón con Huracán en 1973. Cuarenta y cinco años después hacía campeón a un equipo que asombró por su forma de jugar. Practicaba un fútbol de una estética y belleza desconocida hasta entonces en el fútbol argentino, sello inconfundible que acompañaría a los equipos del “Flaco” Menotti a lo largo de su carrera. Este título supuso un punto de inflexión en el fútbol argentino, pues en esa época Estudiantes de la Plata lo ganaba todo con un juego muy táctico basado en una dura y sólida defensa. El equipo de los “pincharratas”, como se conoce a la hinchada de Estudiantes, fue pionero en dar una importancia primordial a la preparación física, y a las jugadas de estrategia a balón parado, que fueron imitadas años después por multitud de equipos europeos. Menotti, en cambio, mostraba así a los argentinos que sí se podía “jugar muy bien, golear, gustar, y además ganar”.
Estudiantes en esta época dorada de finales de los sesenta contaba entre sus filas con el que iba a ser en los años venideros el gran enemigo de Menotti, “El Narigón” Carlos Bilardo. Este equipo entrenado por Osvaldo Zubeldia, principal referente de Bilardo en su carrera como entrenador, había arrasado entre 1968 y 1970 ganando tres Copas Libertadores (que es a Sudamérica lo que la Champions a Europa) y una Copa Intercontinental en 1968 ante el Manchester United de Bobby Charlton y George Best. El Museo de Old Trafford todavía guarda una pizarra que Zubeldia escribió a sus jugadores el día del partido, con la frase: “A la gloria no se llega por un camino de rosas”. Sin embargo, este equipo se labró una fama de practicar lo que sus detractores calificaban de antifútbol, y fueron varios los rivales que les acusaban de pinchar con alfileres a los contrarios en pleno partido, pellizcarles en las jugadas a balón parado e incluso de provocar a los adversarios recordándoles tragedias familiares para que reaccionaran y lograr su expulsión.
La irrupción de Menotti suponía la llegada de nuevos vientos al fútbol argentino, y el premio a su excelente campaña con Huracán no tardó a llegar. En 1974 es contratado para dirigir a la selección argentina con vistas a disputar el Mundial que este país iba a acoger en 1978. En plena dictadura militar del General Videla, Argentina iba a organizar un Mundial que el estado iba a utilizar para mostrar al mundo la buena salud de la que gozaba dicha dictadura. En la ceremonia de inauguración, Joao Havelange, presidente de la FIFA exultante ante las cámaras de televisión celebraba: “Por fin todo el mundo puede ver la verdadera imagen de Argentina”. Pero la realidad era otra. A pocos metros de allí se encontraba en pleno funcionamiento el campo de concentración argentino, el centro de tortura y exterminio de la Escuela de Mecánica de la Armada; y mientras tanto  a escasos kilómetros de allí los aviones arrojaban a los prisioneros vivos al fondo del mar.
Argentina estaba realizando un Mundial discreto ganando a selecciones de menor nivel, empatando con Brasil y habiendo perdido con Italia. Las semifinales se disputaban por el sistema de liguilla, y Argentina necesitaba ganar a Perú por al menos cuatro goles para rebasar a Brasil en su grupo y disputar la final frente a Holanda, que contaba con la ausencia de Cruyff, que había renunciado a jugar en un país en el que no se respetaban los derechos humanos. Argentina barrió por 6-0 a los peruanos que hasta entonces había realizado un buen papel. Hoy, treinta y cuatro años después, la sombra de la sospecha continúa persiguiendo este partido. La selección albiceleste se alzó con el Mundial tras vencer a Holanda por 3-1 tras una prórroga en la que “El Matador” Mario Kempes con dos goles se erigió héroe nacional. Años después muchos jugadores argentinos como el capitán Pasarella u Osvaldo Ardiles admitían haberse sentido utilizados como elemento de distracción para el pueblo y como propaganda para los militares para tapar las atrocidades que se estaban cometiendo y sobre las que los futbolistas decían no tener constancia.
Cruda realidad aparte, Argentina futbolísticamente había cambiado hacia un fútbol más vistoso y de toque que el practicado hasta entonces, a pesar de que Menotti había prescindido de un jovencísimo Diego Maradona, al que con 17 años no quería someterlo a la presión que suponía jugar el Mundial en su país. Al año siguiente, el Mundial sub-20 de Japón iba a suponer la irrupción a nivel mundial de Maradona, que a las órdenes de Menotti iba a dar a Argentina su segundo título en un año. Un nuevo líder de la albiceleste se adivinaba ya en aquella selección juvenil. La temprana eliminación de Argentina, ahora sí con Maradona, en el Mundial de 1982 disputado en España supuso el abandono de Menotti de la selección para fichar por el FC Barcelona llevándose con él a Maradona.
Su sustituto en la selección iba a ser precisamente Carlos Bilardo, con el que hasta entonces Menotti mantenía una relación cordial. “El Narigón” llegaba tras proclamarse campeón del Metropolitano con Estudiantes, que destacó por ser el primer equipo en utilizar el sistema táctico 3-5-2, por sus férreos marcajes al hombre y por tener unas características similares al Estudiantes de Osvaldo Zubeldia, maestro de Bilardo.
Como seleccionador lo primero que hizo Bilardo fue programar un viaje a Barcelona en marzo de 1983 para hablar con su predecesor en el cargo César Menotti al que le pidió consejo sobre varios aspectos de la selección y su opinión acerca de determinados jugadores. Aquella reunión concluyó con un pacto de silencio que, según Bilardo, Menotti rompió cuando estalló en unas declaraciones en las que se refirió a Bilardo diciendo: “Éste es una risa, viene, me vuelve loco a preguntas, le fundamento lo que le conviene, llega a Argentina y hace todo al revés. No algo, todo”. A partir de ahí quedó declarada la guerra, que se nutrió de envenenadas e interminables declaraciones entre ambos. Y la prensa por supuesto se aprovechó para echar más leña al fuego y vender una enemistad que ha dado mucho juego.
Llegó el Mundial de 1986 y Bilardo tomó la decisión de quitarle la capitanía de la albiceleste a Pasarella para entregársela a Maradona, que iba a asumir el reto de liderar una selección que a la postre se proclamaría campeona del mundo en gran parte gracias a él. Argentina fue un equipo serio y disciplinado en el que todo el conjunto jugaba por y para “el Pelusa”, que asombró al mundo con un recital de fútbol en cada partido y con momentos que quedaron para la posteridad como “la mano de Dios” o su segundo gol a Inglaterra ese mismo partido considerado como el mejor gol de la historia de los mundiales. Argentina venció en la final a Alemania por 3-2. Maradona se consagró como mejor jugador del mundo y el prestigio de Bilardo salió reforzado con la conquista del Mundial que dedicó, cómo no, a su mentor Osvaldo Zubeldia. Supersticioso, maniático y perfeccionista, Bilardo, mientras los jugadores celebraban el título se encerró en la habitación del hotel. Cuando los jugadores lo fueron a buscar “el Narigón” los sacó a gritos diciendo: “¡No me hablen!; ¡No me hablen que nos hicieron dos goles a pelota parada!”. Acababa de ganar el mundial y ¡seguía cavilando sobre cómo había encajado los dos goles!, anécdota que muestra hasta dónde llegaba su enfermiza obsesión por el juego táctico. Cuatro años después Argentina volvería a una final mundialista pero esta vez cayó derrotada ante Alemania. Tras el Mundial Bilardo abandonó la selección.
Ni Menotti ni Bilardo, después de dejar el cargo de seleccionador argentino cosecharon grandes resultados en ningún equipo de alto nivel pero la huella que han dejado ambos es tal que el fútbol argentino no se entendería sin estos dos personajes, abanderados de dos estilos antagónicos que alimentan el eterno debate futbolístico sobre la importancia del resultado y de la belleza del juego, sobre si deben ser los jugadores los que se adapten estrictamente a un esquema o es el esquema el que se debe amoldar a la calidad de sus jugadores, o sobre si todo vale para ganar. Son los dos únicos entrenadores que ganaron el mundial con Argentina, pero con una visión del fútbol muy distinta. Bilardo concibe el fútbol como si de una batalla se tratara en la que cualquier actuación está justificada mientras se logre la victoria, mientras que para Menotti un partido de fútbol es un espectáculo como lo puede ser un concierto o una obra de teatro, en el que sus equipos deben de intentar ser protagonistas con el balón, intentando divertir al espectador con un juego de toque y combinativo. Es cierto que muchos equipos de Menotti generaban expectativas que luego los resultados no solían corroborar, pero sus méritos van más allá de los resultados. Su propuesta de fútbol siempre fue arriesgada allí donde fue, su fútbol fue innovador, y no dejó de comportarse de manera ejemplar, guardando siempre las formas dentro del campo, cosa que no puede decir Bilardo al que las imágenes de televisión le retrataron en muchas ocasiones, haciendo populares frases como “al enemigo ni agua” o “¡písalo, písalo!” al ver un rival en el suelo.
Dos personajes únicos que nunca pasaron desapercibido, despertando entre los argentinos admiración y antipatía a partes iguales y dividiendo el país en menottistas y bilardistas. Pero seguro que a todos los argentinos se les vienen a la cabeza días de gloria cada vez que ven ajustarse el nudo de la corbata al “Narigón” o ven como consume un cigarrillo tras otro el bueno de Menotti.

Alberto Egea Estopiñán, Revista-Kaiser nº14 14/05/2012
@esttoper

lunes, 7 de mayo de 2012

LA ÚLTIMA LECCIÓN DE PEP nº13 Revista Kaiser 07/05/2012


LA ÚLTIMA LECCIÓN DE PEP


            Se va. Se hizo lo que se pudo para convencerle de que se quedara pero la decisión estaba tomada. Guardiola se ha agotado. Lo había dejado caer en algunas ruedas de prensa, en especial en unas imágenes off the record que no deberían haberse hecho públicas tras una entrevista concedida en abril de 2011 a un periodista de la RAI con motivo del 150 aniversario del Brescia, club en el que jugó, en las que aseguraba que “mi tiempo en el Barcelona se está acabando”. Durante estos meses de indecisión sobre su renovación daba la sensación de que si hubiese querido renovar ya lo hubiese hecho antes, pero había razones para pensar que renovaría. Y es que el Barcelona no sólo había renovado a sus jugadores más importantes sino que había hecho ficha del primer equipo para la próxima temporada a cinco jugadores más del filial (Muniesa, Bartra, dos Santos, Montoya y Cuenca, además de Tello que, a caballo entre el filial y el primer equipo ha jugado más que la mayoría de estos). A esto se suma que el Barça había planificado ya la pretemporada, renunciando a las millonarias giras por Asia y EEUU. Por esto no era lógico pensar que Guardiola iba a dejar planificado y diseñado un equipo que no iba a ser dirigido por él mismo. Lo que nadie intuía es que este proyecto futuro no se hacía con vistas a que fuera Pep el entrenador la próxima temporada si no su segundo, su hombre de confianza, Tito Vilanova. El FC Barcelona puso fin a todos los pronósticos apocalípticos que anunciaban un fin de ciclo con la marcha del de Santpedor con un golpe de efecto magistral, nombrando a Tito Vilanova entrenador el mismo día que Pep anunciaba su marcha, evitando así un periodo de pronósticos, polémica y debate sobre quién sería el sustituto. El mejor relevo y la mejor forma de hacerlo. La sensación de orfandad que dejaba el abandono de Pep se atenuaba considerablemente con el nombramiento de Tito.
            No sé si tenemos conciencia todavía de la dimensión real de la obra de Pep y del legado que deja en el mundo del futbol, pero está claro que ésta es fruto de la valentía que ha demostrado tener para tomar decisiones desde que llegó. Si nos situamos en el momento histórico de la llegada de Guardiola al Barça en 2008, vemos un Barça en clara decadencia que acumulaba dos años sin ganar un título y con un vestuario erosionado y dividido, víctima del éxito cosechado años atrás, y con estrellas mediáticas como Ronaldinho o Deco en su ocaso futbolístico. Guardiola llega con un único año de experiencia en tercera división como entrenador del filial al que había ascendido a 2ªB esa misma temporada, y en la rueda de prensa de su presentación deja claro que no cuenta con Ronaldinho, Deco y Eto’o (con el que tuvo que quedarse por la imposibilidad de venderlo), las tres vacas sagradas del club. Sorprendente decisión que evidenciaba que tenía claro lo que quería y en quien confiaba.
            El equipo, tras una pretemporada inmaculada, pierde el primer partido de liga en Soria y empata en casa con el Racing. Guardiola comienza a estar cuestionado por su osadía de confiar en jugadores canteranos sin experiencia como Pedrito o Busquets. Llega el tercer partido en Gijón jugándose el puesto y vuelve a apostar por la misma gente. El Barça gana 1-6 y desde entonces hasta hoy jamás se volvió a cuestionar al equipo ni en juego ni en resultados.
            Y digo que es valiente porque estaba arriesgando no solo su puesto de trabajo sino su carrera como entrenador. No es lo mismo tomar decisiones cuando tienes un año de contrato, cobras 1,2 millones de euros, no eres nadie como entrenador y tu despido apenas le cuesta dinero a tu club, que tomarlas cuando eres un entrenador mediático como Ancelotti, Mourinho o Mancini, cobras alrededor de 10 millones de euros, firmas cuatro años de contrato y tu despido supone un negocio ruinoso para tu club. Por eso tienen tanto valor esas decisiones, porque se jugaba mucho.

            La obra de Guardiola se comprueba comparando qué Barça cogió y que Barça deja. Convirtió a Messi en el verdadero líder de un equipo, que a diferencia de Ronaldinho, emblema del equipo de Rijkaard, demostró tener un nivel de responsabilidad, constancia y compromiso que no tuvo siempre el brasileño. Lo ubicó en la zona del campo donde más veces iba a pasar la pelota por él (el famoso “falso nueve) y sus cifras goleadoras aumentaron escandalosamente desde los 16  goles que anotó el último año de Rijkaard ha ido mejorando año a año sus cifras hasta los 68 goles que lleva en la actual a falta de tres partidos. Cogió una plantilla con ocho canteranos de los cuales cuatro eran titulares habituales y en la próxima rondarán los diecisiete jugadores de la casa con ficha del primer equipo, y esta campaña no ha sido extraño ver hasta nueve jugadores de la Masía en los onces de Pep.
            Guardiola ha roto con patrones futbolísticos que nadie se atrevía a cuestionar. Cuando todos los equipos defendían con doble pivote a él le sobraba con Busquets o Yayá Touré en esa posición porque la labor de recuperar el balón la hacía en conjunto todo el equipo. Ha perfeccionado la vieja idea de Cruyff de jugar sin delantero centro, aglutinando jugadores de talento en el centro del campo, reforzando la idea de que ningún jugador tiene una posición fija en el campo, y que, en especial, el delantero centro no tiene que estar sino aparecer. Así, en este baile de posiciones, hemos visto jugar a Alves de extremo, a Cesc de delantero (cuando en verano todos lo veíamos como relevo natural de Xavi), a Mascherano convertirse en un gran central, etc. En este último año dio un paso más y jugó muchos partidos con tres defensas en escenarios como San Siro, el Bernabeu o la final del Mundial de Clubs, partido considerado por muchos el summum de su obra, y que a su conclusión el entrenador brasileño del Santos, Mauricy Ramalho dijo textualmente: “jugaron con un sistema 3-7-0 increíble, si hago yo algo tan arriesgado en Brasil hasta la policía vendría a buscarme a casa”.
La esencia de su fútbol se basa en que la inteligencia premia sobre el físico, así estampa en el campo aquel discurso de Cruyff que afirmaba que la mejor manera de defender es con la posesión del balón, pues “solo hay uno y si lo tenemos nosotros no lo tienen ellos”. Esta filosofía ha llevado a que en los 242 partidos de Guardiola como entrenador jamás un equipo le haya superado en posesión de balón. Se puede comprobar que en todo el artículo no hay referencia alguna a títulos ni resultados, estos son consecuencia del juego, y para hacer inventarios de trofeos están los libros de estadísticas. El fútbol que ha ideado, la perfección que ha alcanzado su obra minimiza los resultados y los deja en un segundo plano (la ovación del Camp Nou tras caer con el Chelsea es el mejor ejemplo).
El éxito de Guardiola ha radicado en conseguir convencer a sus futbolistas de que su propuesta de fútbol, su “estilo innegociable” se podía llevar a cabo, para que estos se involucraran como lo han hecho, confiaran en él y fueran fieles a ese estilo. Un estilo que quedará impregnado en el Barcelona, para que el día que surjan dudas, cuando se pierda el norte como tantas veces ha pasado en la historia de este club exista un punto de retorno, una vuelta a los orígenes que no serán otros que la técnica, el balón, la cantera, y el resto de elementos que forman la historia y el seny de este club.
Como colofón a su obra el destino ha querido que el último partido como técnico sea la final de Copa ante el Athletic de Bielsa, uno de los inspiradores de su obra y un referente para él al que profesa una admiración que es recíproca. Será seguro un partido de fútbol precioso con dos propuestas de fútbol similares entre dos de los equipos del mundo que mejor interpretan el fútbol ofensivo.
Su marcha no tiene razones económicas (el Barça le ofreció un cheque en blanco para renovar) ni deportivas pues en un caso singular en el mundo del fútbol, fue la directiva la que fue detrás del entrenador para conseguir su continuidad y no al revés. Podía haber firmado cuatro, cinco, las temporadas que hubierse querido, pero se hubiera traicionado a él mismo, su humildad y su amor a esta institución no se lo hubieran permitido. Tampoco tuvo problemas con el público, que le suplicó que se quedara hasta el último instante, incluso tras caer ante el Chelsea en semifinales de Champions. Visto desde fuera era una situación idílica. Directiva, jugadores y afición en perfecta comunión con un entrenador que es leyenda viva del club. Pero Guardiola necesita otra cosa, busca otras motivaciones, el continuo desgaste al que le somete su implicación como entrenador y portavoz del club le ha consumido. “El club necesita alguien que traiga la ilusión que traje el primer día”, afirma. Su decisión es acorde a su personalidad. Una decisión responsable, un gesto de honestidad consigo mismo y de honradez con el club de su vida. Pep ha sido recogepelotas, jugador, capitán, emblema, entrenador del filial y del primer equipo, y sabe que en ningún sitio estará como en el FC Barcelona, pero también sabe que tendrá las puertas abiertas de par en par para el día que decida volver.
Se va un señor y un caballero. Lo hace con la admiración y el reconocimiento unánime del fútbol mundial, y solo el tiempo y la distancia le pondrá en el lugar histórico que merece.


Alberto Egea Estopiñán, Revista-Kaiser nº13 07/05/2012
@esttoper