Las finales más increíbles en la desgracia más absoluta
Era finales de mayo de
1989 y la tragedia de Hillsborough todavía martirizaba la memoria del fútbol
inglés. Había pasado poco más de un mes desde que un partido de semifinales de
FA Cup entre Liverpool y Nottingham Forest disputado en la ciudad de Sheffield
acabara en la mayor catástrofe de la historia del fútbol británico. Noventa y
seis hinchas del Liverpool murieron aplastados contra las vallas del estadio de
Hillsborough a causa de una avalancha. Es septiembre de 2012 una comisión de
investigación independiente publicó una resolución en la que concluía que las
causas no habían tenido que ver con acciones violentas provocadas por los
aficionados (como se había intentado hacer creer hasta entonces), sino a causa
del exceso de aforo y las deficiencias de un estadio que no cumplía los
requisitos de seguridad exigibles.
La Liga inglesa de esa temporada había sido un tanto
extraña. El Arsenal comenzó barriendo a sus rivales y llegó al mes de febrero
con 19 puntos de ventaja sobre el Liverpool. Los de Anfield fueron recortando puntos poco a poco al equipo de Londres
con la vista puesta en el encuentro que les debía enfrentar el 23 de abril. La
desgracia ocurrida en Hillsborough ocho días antes obligó a aplazar el
encuentro, que se acabaría disputando el 26 de mayo, con todas las
competiciones concluidas y como partido que cerraba la Liga. A partir de
febrero el Liverpool se convirtió en una máquina de aplastar rivales. El equipo
entrenado por Kenny Dalglish vencía en la antepenúltima y penúltima jornada al
QPR (2-0) y al West Ham (5-1), mientras el Arsenal se hundía perdiendo ante el
Derby Country y empatando con el Wimbledon, lo que propiciaba que el Liverpool
sobrepasara a los gunners en la tabla
y se colocara con todo a su favor para ser campeón en casa ante el Arsenal en
la última jornada. El Liverpool había completado una remontada histórica
levantando 19 puntos en tres meses e iba a llegar al último encuentro de Liga
con tres puntos de ventaja y con una diferencia de goles de +4 respecto al
Arsenal. Decir que en la liga inglesa los desempates no se solucionan con el golaverage particular entre los
enfrentamientos directos como en España sino que cuenta el saldo de la resta
entre goles anotados y encajados, que en caso de ser el mismo prevalece el del
equipo que ha marcado más goles a lo largo de la temporada. Resumiendo, a falta
del Liverpool-Arsenal de la última jornada el Liverpool tenía 76 puntos y +39
en el golaverage (65-26), mientras
que el Arsenal con tres puntos menos lo tenía de +35 (71-36). Con estos números
al Liverpool le valía la victoria, el empate e incluso perder por un solo gol;
mientras que el Arsenal ganando por dos goles igualaba a puntos y a golaverage, pero le bastaba para ser
campeón por haber anotado más goles.
Pero seis días antes de éste decisivo partido el
Liverpool tenía otra cita importantísima en el estadio de Wembley. Los reds disputaban la final de la FA Cup
ante sus vecinos y archienemigos del Everton, después de haber superado en
semifinales al Nottingham Forest en el pospuesto partido de la catástrofe de
Hillsborough. El derby de Merseyside
se iba a convertir en una de las finales más espectaculares y emocionantes que
se recuerdan, tanto por la presencia de las víctimas de la tragedia en la
memoria de todos los aficionados como por el electrizante partido que iban a
brindar a sus hinchas los dos equipos más importantes de la ciudad de
Liverpool. Wembley se llenó hasta la bandera, repleto de hinchas de ambos
clubes que habían llegado a pagar en la reventa 170 libras por entradas que
costaban 18, y que lucían camisetas con mensajes unitarios para los habitantes
del condado, o los colores azul y rojo de los dos equipos mezclados, símbolo de
unión de la ciudad ante la tragedia. Con la bandera británica a media asta, los
jugadores de ambos equipos luciendo brazaletes negros y después de un estremecedor
minuto de silencio sepulcral, Gerry Marsden cantante de Gerry & the
Pacemakers puso la piel de gallina a los espectadores con su versión del “You
never walk alone”, canción acuñada por el Liverpool como himno desde los años
50.
Dio comienzo el
enfrentamiento y enseguida se adueñó el Liverpool del partido. Fruto de este
dominio el irlandés John Aldridge avanzó en el marcador a los reds a los cuatro minutos de encuentro.
A partir de aquí el Liverpool siguió dominando toda la primera parte en una
muestra de potencia y velocidad a la que el Everton apenas podía hacer frente
pero que no se traducía en goles, lo que dejaba abierto el partido para el
segundo tiempo. Tras el descanso las fuerzas se igualaron. Pasaban los minutos
y el Everton se vio obligado a arriesgar adelantando las líneas porque el
título se le escapaba, y comenzó a acosar la meta de Grobbelaar, hasta que en
el minuto 89 Stuart McCall que había ingresado en el terreno de juego en la
segunda parte dinamitaba el partido y lo mandaba a la prórroga con un disparo
duro y colocado lejos del alcance de Grobbelaar. Los aficionados del Everton
invadieron el terreno de juego tímidamente y fueron desalojados con mucho tacto
por la seguridad del estadio, todavía sensibilizada por los recientes sucesos
en Hillsborough. Nada más comenzar la prórroga el galés Ian Rush que había
sustituido a Aldridge recibió de espaldas a la portería y en un movimiento de
genio se regiró para adelantar a los reds.
El Everton no se amilanó, y empató el partido en el minuto 12 de la prórroga.
Nuevamente McCall conectó una volea perfecta desde la frontal del área que lo convertía
en el primer suplente que anotaba dos goles en una final de FA Cup. Este récord
lo iba a igualar dos minutos después Ian Rush con un remate de cabeza a centro
de Barnes que le daba el título al Liverpool. Rush que había vuelto a Liverpool
tras pasar sin pena ni gloria por la Juventus se convertía en el héroe de la
final y se ganaba un sitio en el once titular para el partido que iba a decidir
el título liguero el viernes siguiente. El Liverpool se sacudía del fracaso en
la final del año anterior ante el Wimbledon y se colocaba a un paso de
convertirse en el primer equipo británico en repetir el doblete Liga-FÁ Cup
tras el conquistado en 1986.
Con la resaca de las celebraciones de la FÁ Cup y
con la misión de no perder por más de un gol se presentaba el Liverpool ante
sus aficionados dispuestos a revalidar el título liguero y culminar así una
remontada histórica que le había llevado a levantar 19 puntos al que había sido
líder hasta la semana anterior, el Arsenal. Los gunners que habían comenzado intratables el campeonato se habían
desinflado en el tramo final, y llegaban a su campo maldito, Anfield con un
bagaje de diez derrotas y tres empates en sus últimas trece visitas. George
Graham’s en su tercer año como entrenador gunner
había conseguido por fin armar un equipo competitivo en busca de acabar con una
racha de 18 años sin ganar la liga inglesa.
En
los prolegómenos del partido los jugadores del Arsenal homenajearon de nuevo a
las víctimas del desastre de Hillsborough portando un ramo de flores cada uno.
Ya en el encuentro el Arsenal presentó un engañoso 5-4-1, a priori defensivo
pero que le permitía usar a los laterales como puñales por las bandas y que
limitaba el ataque de los locales por los costados. El Liverpool alineó juntos
esta vez a su pareja de delanteros bigotudos Aldridge y Rush, aunque este
último, héroe de la final de la FA Cup seis días antes, se retiraba lesionado a
la media hora. La primera parte acabó sin goles y con solo una ocasión clara
para cada equipo, aunque la rapidez en la contra gunner mantenía inquieta a la hinchada local. A los siete minutos
de la reanudación el árbitro señaló un libre indirecto en la zona de tres
cuartos a favor del Arsenal. Winterburn botó la falta buscando la cabeza de
Alan Smith que rozó ligeramente para mandar el balón al fondo de las mallas y
poner en ventaja a los londinenses. Los jugadores del Liverpool corrieron a
protestar al árbitro reclamando que Smith no había tocado el balón y por tanto
la falta, al ser indirecta debía repetirse. El árbitro tras consultar con el
linier concedió el gol. Las cámaras de televisión dieron luego la razón al
árbitro, pues se aprecia que Smith sí llega a tocar la bola. Con el gol el
partido cambió radicalmente. Ambos equipos se abrieron, conscientes unos de que
necesitaban otro gol para ser campeones y sabedores los otros de que los 38
minutos que restaban para el final eran demasiados como para arriesgar a
defender dentro de su área durante tanto tiempo. Así las cosas las ocasiones se
sucedían. El Arsenal con la entrada de Groves y Hayes pasó a jugar un 4-4-2 que
le permitía atacar con más jugadores pero que facilitaba las contras del
Liverpool que mantenía a Barnes y Aldridge arriba. Michael Thomas pudo hacer el
segundo para el Arsenal en el minuto 74 pero Grobbelaar detuvo su disparo desde
dentro del área. El Liverpool también había dispuesto de las suyas para
sentenciar el título pero el marcador no se movía. En las gradas los
aficionados más optimistas del Liverpool celebraban el título, mientras el
resto se mordía las uñas ansiando que el árbitro pitara el final. En el minuto
92 una internada de John Barnes por la derecha fue interceptada por Richardson
que cedió a su portero Lukic. El portero del Arsenal abrió al lateral derecho
Lee Dixon iniciando sin saberlo el que iba a ser el contraataque más famoso de
la historia del fútbol inglés. Dixon lanzó el balón a Alan Smith que giró para
meter un gran balón a Michael Thomas que con suerte se plantó mano a mano con
el portero y tras amagar primero batió a Grobbelaar y enmudeció Anfield. Thomas
enloquecido daba volteretas mientras todo el equipo corría a abrazarse ante la
cruda mirada de un Kenny Dalglish hundido. El Arsenal rompía todos los
pronósticos y se proclamaba campeón casi dos décadas después.
Con Anfield envuelto en
un ambiente de dramatismo absoluto el capitán gunner Tony Adams alzaba al cielo de Liverpool una copa histórica
conquistada en un año para el recuerdo en el que la impotencia de los
aficionados ante los sucesos de la tragedia se hizo un poco más llevadera (si
es que era posible) con dos finales de infarto en las dos competiciones
inglesas por excelencia. Esa mezcla de emociones encontradas quizá es lo que
quería explicar el ex entrenador del AC Milan Arrigo Sacchi cuando dijo que el
fútbol es la cosa más importante de las cosas menos importantes.
Alberto Egea Estopiñán, Revista-Kaiser nº29 12/12/2012
@esttoper
www.kaiserfootball.org
www.kaiserfootball.org