lunes, 17 de diciembre de 2012

LAS FINALES MÁS INCREIBLES EN LA DESGRACIA MÁS ABSOLUTA nº29 Revista Kaiser 12/12/2012


Las finales más increíbles en la desgracia más absoluta

             Era finales de mayo de 1989 y la tragedia de Hillsborough todavía martirizaba la memoria del fútbol inglés. Había pasado poco más de un mes desde que un partido de semifinales de FA Cup entre Liverpool y Nottingham Forest disputado en la ciudad de Sheffield acabara en la mayor catástrofe de la historia del fútbol británico. Noventa y seis hinchas del Liverpool murieron aplastados contra las vallas del estadio de Hillsborough a causa de una avalancha. Es septiembre de 2012 una comisión de investigación independiente publicó una resolución en la que concluía que las causas no habían tenido que ver con acciones violentas provocadas por los aficionados (como se había intentado hacer creer hasta entonces), sino a causa del exceso de aforo y las deficiencias de un estadio que no cumplía los requisitos de seguridad exigibles.
            La Liga inglesa de esa temporada había sido un tanto extraña. El Arsenal comenzó barriendo a sus rivales y llegó al mes de febrero con 19 puntos de ventaja sobre el Liverpool. Los de Anfield fueron recortando puntos poco a poco al equipo de Londres con la vista puesta en el encuentro que les debía enfrentar el 23 de abril. La desgracia ocurrida en Hillsborough ocho días antes obligó a aplazar el encuentro, que se acabaría disputando el 26 de mayo, con todas las competiciones concluidas y como partido que cerraba la Liga. A partir de febrero el Liverpool se convirtió en una máquina de aplastar rivales. El equipo entrenado por Kenny Dalglish vencía en la antepenúltima y penúltima jornada al QPR (2-0) y al West Ham (5-1), mientras el Arsenal se hundía perdiendo ante el Derby Country y empatando con el Wimbledon, lo que propiciaba que el Liverpool sobrepasara a los gunners en la tabla y se colocara con todo a su favor para ser campeón en casa ante el Arsenal en la última jornada. El Liverpool había completado una remontada histórica levantando 19 puntos en tres meses e iba a llegar al último encuentro de Liga con tres puntos de ventaja y con una diferencia de goles de +4 respecto al Arsenal. Decir que en la liga inglesa los desempates no se solucionan con el golaverage particular entre los enfrentamientos directos como en España sino que cuenta el saldo de la resta entre goles anotados y encajados, que en caso de ser el mismo prevalece el del equipo que ha marcado más goles a lo largo de la temporada. Resumiendo, a falta del Liverpool-Arsenal de la última jornada el Liverpool tenía 76 puntos y +39 en el golaverage (65-26), mientras que el Arsenal con tres puntos menos lo tenía de +35 (71-36). Con estos números al Liverpool le valía la victoria, el empate e incluso perder por un solo gol; mientras que el Arsenal ganando por dos goles igualaba a puntos y a golaverage, pero le bastaba para ser campeón por haber anotado más goles.
            Pero seis días antes de éste decisivo partido el Liverpool tenía otra cita importantísima en el estadio de Wembley. Los reds disputaban la final de la FA Cup ante sus vecinos y archienemigos del Everton, después de haber superado en semifinales al Nottingham Forest en el pospuesto partido de la catástrofe de Hillsborough. El derby de Merseyside se iba a convertir en una de las finales más espectaculares y emocionantes que se recuerdan, tanto por la presencia de las víctimas de la tragedia en la memoria de todos los aficionados como por el electrizante partido que iban a brindar a sus hinchas los dos equipos más importantes de la ciudad de Liverpool. Wembley se llenó hasta la bandera, repleto de hinchas de ambos clubes que habían llegado a pagar en la reventa 170 libras por entradas que costaban 18, y que lucían camisetas con mensajes unitarios para los habitantes del condado, o los colores azul y rojo de los dos equipos mezclados, símbolo de unión de la ciudad ante la tragedia. Con la bandera británica a media asta, los jugadores de ambos equipos luciendo brazaletes negros y después de un estremecedor minuto de silencio sepulcral, Gerry Marsden cantante de Gerry & the Pacemakers puso la piel de gallina a los espectadores con su versión del “You never walk alone”, canción acuñada por el Liverpool como himno desde los años 50. 



            

                Dio comienzo el enfrentamiento y enseguida se adueñó el Liverpool del partido. Fruto de este dominio el irlandés John Aldridge avanzó en el marcador a los reds a los cuatro minutos de encuentro. A partir de aquí el Liverpool siguió dominando toda la primera parte en una muestra de potencia y velocidad a la que el Everton apenas podía hacer frente pero que no se traducía en goles, lo que dejaba abierto el partido para el segundo tiempo. Tras el descanso las fuerzas se igualaron. Pasaban los minutos y el Everton se vio obligado a arriesgar adelantando las líneas porque el título se le escapaba, y comenzó a acosar la meta de Grobbelaar, hasta que en el minuto 89 Stuart McCall que había ingresado en el terreno de juego en la segunda parte dinamitaba el partido y lo mandaba a la prórroga con un disparo duro y colocado lejos del alcance de Grobbelaar. Los aficionados del Everton invadieron el terreno de juego tímidamente y fueron desalojados con mucho tacto por la seguridad del estadio, todavía sensibilizada por los recientes sucesos en Hillsborough. Nada más comenzar la prórroga el galés Ian Rush que había sustituido a Aldridge recibió de espaldas a la portería y en un movimiento de genio se regiró para adelantar a los reds. El Everton no se amilanó, y empató el partido en el minuto 12 de la prórroga. Nuevamente McCall conectó una volea perfecta desde la frontal del área que lo convertía en el primer suplente que anotaba dos goles en una final de FA Cup. Este récord lo iba a igualar dos minutos después Ian Rush con un remate de cabeza a centro de Barnes que le daba el título al Liverpool. Rush que había vuelto a Liverpool tras pasar sin pena ni gloria por la Juventus se convertía en el héroe de la final y se ganaba un sitio en el once titular para el partido que iba a decidir el título liguero el viernes siguiente. El Liverpool se sacudía del fracaso en la final del año anterior ante el Wimbledon y se colocaba a un paso de convertirse en el primer equipo británico en repetir el doblete Liga-FÁ Cup tras el conquistado en 1986.
Con la resaca de las celebraciones de la FÁ Cup y con la misión de no perder por más de un gol se presentaba el Liverpool ante sus aficionados dispuestos a revalidar el título liguero y culminar así una remontada histórica que le había llevado a levantar 19 puntos al que había sido líder hasta la semana anterior, el Arsenal. Los gunners que habían comenzado intratables el campeonato se habían desinflado en el tramo final, y llegaban a su campo maldito, Anfield con un bagaje de diez derrotas y tres empates en sus últimas trece visitas. George Graham’s en su tercer año como entrenador gunner había conseguido por fin armar un equipo competitivo en busca de acabar con una racha de 18 años sin ganar la liga inglesa.
En los prolegómenos del partido los jugadores del Arsenal homenajearon de nuevo a las víctimas del desastre de Hillsborough portando un ramo de flores cada uno. Ya en el encuentro el Arsenal presentó un engañoso 5-4-1, a priori defensivo pero que le permitía usar a los laterales como puñales por las bandas y que limitaba el ataque de los locales por los costados. El Liverpool alineó juntos esta vez a su pareja de delanteros bigotudos Aldridge y Rush, aunque este último, héroe de la final de la FA Cup seis días antes, se retiraba lesionado a la media hora. La primera parte acabó sin goles y con solo una ocasión clara para cada equipo, aunque la rapidez en la contra gunner mantenía inquieta a la hinchada local. A los siete minutos de la reanudación el árbitro señaló un libre indirecto en la zona de tres cuartos a favor del Arsenal. Winterburn botó la falta buscando la cabeza de Alan Smith que rozó ligeramente para mandar el balón al fondo de las mallas y poner en ventaja a los londinenses. Los jugadores del Liverpool corrieron a protestar al árbitro reclamando que Smith no había tocado el balón y por tanto la falta, al ser indirecta debía repetirse. El árbitro tras consultar con el linier concedió el gol. Las cámaras de televisión dieron luego la razón al árbitro, pues se aprecia que Smith sí llega a tocar la bola. Con el gol el partido cambió radicalmente. Ambos equipos se abrieron, conscientes unos de que necesitaban otro gol para ser campeones y sabedores los otros de que los 38 minutos que restaban para el final eran demasiados como para arriesgar a defender dentro de su área durante tanto tiempo. Así las cosas las ocasiones se sucedían. El Arsenal con la entrada de Groves y Hayes pasó a jugar un 4-4-2 que le permitía atacar con más jugadores pero que facilitaba las contras del Liverpool que mantenía a Barnes y Aldridge arriba. Michael Thomas pudo hacer el segundo para el Arsenal en el minuto 74 pero Grobbelaar detuvo su disparo desde dentro del área. El Liverpool también había dispuesto de las suyas para sentenciar el título pero el marcador no se movía. En las gradas los aficionados más optimistas del Liverpool celebraban el título, mientras el resto se mordía las uñas ansiando que el árbitro pitara el final. En el minuto 92 una internada de John Barnes por la derecha fue interceptada por Richardson que cedió a su portero Lukic. El portero del Arsenal abrió al lateral derecho Lee Dixon iniciando sin saberlo el que iba a ser el contraataque más famoso de la historia del fútbol inglés. Dixon lanzó el balón a Alan Smith que giró para meter un gran balón a Michael Thomas que con suerte se plantó mano a mano con el portero y tras amagar primero batió a Grobbelaar y enmudeció Anfield. Thomas enloquecido daba volteretas mientras todo el equipo corría a abrazarse ante la cruda mirada de un Kenny Dalglish hundido. El Arsenal rompía todos los pronósticos y se proclamaba campeón casi dos décadas después.
            Con Anfield envuelto en un ambiente de dramatismo absoluto el capitán gunner Tony Adams alzaba al cielo de Liverpool una copa histórica conquistada en un año para el recuerdo en el que la impotencia de los aficionados ante los sucesos de la tragedia se hizo un poco más llevadera (si es que era posible) con dos finales de infarto en las dos competiciones inglesas por excelencia. Esa mezcla de emociones encontradas quizá es lo que quería explicar el ex entrenador del AC Milan Arrigo Sacchi cuando dijo que el fútbol es la cosa más importante de las cosas menos importantes.




Alberto Egea Estopiñán, Revista-Kaiser nº29 12/12/2012
@esttoper

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