lunes, 12 de agosto de 2013

EL (IN)NECESARIO 'NUEVE' DEL BARÇA

EL (IN)NECESARIO 'NUEVE' DEL BARÇA


Por primera vez en su historia todo parece indicar que el Barça arrancará la temporada sin un delantero centro en plantilla. Ni siquiera el ‘Dream Team’ de Johan Cruyff, que hasta la llegada de Romario tantas veces había jugado con una engañosa referencia en punta –entonces era Laudrup el que ejercía de falso ‘nueve’–, había renunciado a tener esta alternativa –Julio Salinas– en ataque.
Cuando Guardiola cogió las riendas del Barça su idea fue clara, su proyecto iba encaminado a terminar jugando sin  delantero centro clásico. El jugador más avanzado debía ser asociativo, dinámico, capaz de salir de su posición para liberar zona de remate para la segunda línea, y feroz en la presión de la salida de balón del rival. Claro que esta forma de jugar necesitaba tiempo para cuajar porque los mecanismos ofensivos eran complejos y costaría asimilarlos. Guardiola decidió prescindir de Samuel Eto’o nada más llegar, pero su alta ficha –inasumible para la mayoría de equipos– y su deseo de permanecer en el club culé pudieron más, y al de Santpedor no le quedó más remedio que planificar la temporada con el camerunés. Un jugador del prestigio y carácter de Eto’o solo se entendía de dos maneras: o fuera del equipo, o con un protagonismo total en él. Todo lo que no fuera esto podría repercutir en la pérdida de compromiso del jugador, en la inestabilidad del vestuario y en el rendimiento del equipo. Consciente de esto, Guardiola le dio galones. Eto’o era un ‘nueve’ que cumplía los parámetros básicos. Nadie presiona como él, su movilidad es total, contagia actitud al equipo y asumiría el rol de goleador del equipo mientras se gestaba una bestia que acabaría por acaparar este cometido, Leo Messi.
El resultado fue un éxito. El Barça ganó todo y Eto’o terminaba la temporada con 36 goles. Sin embargo, en lo que Guardiola definió como una “cuestión de feeling”, Eto’o salía del Barça, que traía a Ibrahimovic en su lugar. Guardiola ponía por encima de todo la salud del vestuario, para lo que el carácter del camerunés consideraba una amenaza. Resultó que la llegada de Ibra iba a suponer salir del fuego para caer en las brasas. Su soberbia no cabía en el vestuario y su juego no encajaba en el modelo. Se buscaba que con las continuas ayudas que exige el marcaje del sueco se desahogara la zona de circulación de balón, superpoblada de rivales a la hora de defender a un equipo que ya era el más estudiado de Europa. El experimento resultó ser un fracaso. Su afán por retener el balón frenaba la fluidez en la circulación de balón culé, y su juego estático, incapaz de salir de su zona, estorbaba las incursiones de Messi. En partidos machos con resultado en contra y ante equipos cerrados su presencia solo restaba. Ni siquiera su altura era un recurso que aprovechar, puesto que semejante inmovilismo facilitaba su marcaje. En estos escenarios –ante Estudiantes en la final del Mundialito de Clubes o ante el Inter en los dos partidos de semifinales de Champions– en los que se necesitaba altura en ataque, hubo que recurrir a Piqué, que sin conocer el oficio de delantero, es capaz de sorprender entrando, de fijar a los centrales, y hábil para despejar la zona cuando es necesario. Cada vez estaba más claro que la presencia de un delantero-boya, aunque se tratara de uno de los mejores del mundo, entorpecía el ataque del equipo.
A Guardiola no le temblaba el pulso, reconocía el error y vendía a Ibrahimovic, que había supuesto un negocio ruinoso para el club, pero que más ruinoso podía ser en caso de mantenerlo. Villa parecía una apuesta más sólida. Aunque menos técnico que el sueco, su perfil más dinámico, su capacidad para jugar en banda y su idilio con el gol dejaban pocas dudas de cual iba a ser su rendimiento. Su posición natural en el equipo se acabaría acostando en la banda, y de las tres campañas en el club –grave lesión mediante– solo alcanzó el rendimiento esperado en la primera parte de su primera temporada.
Tras una temporada en la que Tito Vilanova apenas confío en su único delantero centro al uso –David Villa–, el ‘Tata’ Martino decide que la marcha del asturiano no tenga un recambio de su perfil. La decisión puede parecer arriesgada, pero le sobra coherencia. Con la llegada de Neymar –que parece que como Messi, lo jugará todo–, dos de las tres posiciones en ataque tienen dueño, y el tercero deberá ubicarse en banda. Alexis, Pedro y Tello –e Iniesta si es desplazado a la banda– pelearán por este puesto y por los minutos que perdonen Messi y Neymar. La base en ataque es clara. Dicho esto, se plantea el eterno debate del plan B –de la necesidad o no en plantilla de un ‘nueve’–, que curiosamente sale a relucir en los contados partidos en que el Barça no consigue remontar –en los que lo consigue la discusión se olvida– ante equipos que se encierran en su área de manera descarada. Para evitar el oportunismo, conviene anticiparse al debate, antes de que lleguen este tipo de partidos. Que llegarán.
El modelo del Barça es jugar sin ‘nueve’, y entrena convencido de esa idea, porque la zona que ocuparía el teórico punta es el espacio vital en el que Messi ejecuta, en el que es decisivo. Ante un partido atascado, el equipo está convencido de poder anotar antes jugando sin ‘nueve’ que de una forma en la que no creen y para la que no han entrenado. Si se recurre puntualmente a colgar balones a un tipo alto que actúe como delantero, mejor sorprender con un tipo como Piqué al que nadie espera, que con un cambio en la alineación que advierte a la zaga rival de la necesidad de cambiar la forma de defender, y que impide en un mismo partido volver a atacar de forma natural para el equipo –combinando– en caso de fracaso de dicho plan B –atacar con ‘nueve’ fijo–.
La evidencia se encuentra en la experiencia del pasado. Si con un ‘nueve’ como Ibra, que juega de espaldas y baja balones como nadie, el Barça no supo sacar ventajas aplicando este sistema, ¿para qué un delantero estático en el que nadie cree y que desnaturaliza la idea original del equipo?
Si como alternativa táctica se pretende jugar con un jugador en la posición de ‘nueve’ para fijar a los centrales y descomprimir la zona de tres cuartos donde debe fluir el balón, no es necesario que dicho jugador deba tener las características de un ‘nueve’ al uso. La demostración la hizo Guardiola en el partido de la primera vuelta de la Liga 2011/12 disputado ante el Real Madrid en el Bernabéu (1-3), donde colocó a Alexis Sánchez en esa posición, lo que permitió a Messi asociarse sin tanto tráfico, y al chileno inquieto como siempre, martirizar a la defensa jugando al borde del fuera de juego.
             Está claro que cuanto más amplio sea el abanico de perfiles de jugador en la plantilla  mayor será el margen de maniobra que tendrá el ‘Tata’, pero tratándose de un corte de delantero prescindible, mejor mirar a la cantera y permitir que un diamante como Dongou, que parece tener el límite en el cielo, pueda seguir creciendo a la vera de un técnico de mucho más talento que el que lo dirigió la pasada campaña.



Alberto Egea Estopiñán
@esttoper

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